A los quince días de nacer
Manuel, sus padres Laura Vázquez y Gonzalo Bernal fueron al Registro Civil de
City Bell, para anotarlo con ambos apellidos, pero primero el de la madre. Les
negaron el pedido y debieron elevar una nota a la Dirección del Registro
Provincial con la solicitud para que les permitan hacerlo, que también fue
denegada.
Finalmente,
el lunes 10 de junio de 2013, cinco meses y medio después, el Registro
Provincial de las Personas, en un acto público, realizó la inscripción de
Manuel Vázquez Bernal. El jefe de Gabinete provincial, Alberto Pérez, anunció
que el Registro provincial de las Personas realizó la primera inscripción de un
bebé con doble apellido, anteponiendo el de la madre al apellido del padre.
Por poco que uno
investigue, la construcción de la subjetividad individual y grupal, es en el
contexto histórico, social, económico y político. Por tanto es importante poder
analizar también cómo se pone en juego la cultura represora en la constitución
del psiquismo del sujeto. Entendiendo que ésta forma (la cultura represora), es
la que caracteriza a las sociedades capitalistas del momento.
La cuestión del Nombre, la
propiedad, la familia… los Títulos, en resumidas cuentas, son cosas que
atraviesan tanto nuestra identidad histórica (de género) como singular: en
nuestros diversos roles sociales “privados” y “públicos” consistió en enfatizar
el derecho a la identidad del niño, por sobre el motivo por el que los padres
toman esta decisión y deciden llevarla hasta el final. En palabras de Laura: “Queremos ser coherentes con nuestra
pretensión de criar y educar al niño con los valores de la libertad, la
igualdad, la justicia y los derechos humanos, empezando por alterar un orden de
apellidos que nos resulta discriminatorio”.
La
soga de la que no se
habla, no son los cinco meses de privación de identidad que sufrió Manuel, sino
el tema de género que desbordó a los trolls
de la web, y revolvió silenciosamente a los representantes del Gobierno de los Derechos Humanos. La
invisibilización de lo central (la cuestión de género[1],
tanto por parte de los detractores como de los funcionarios públicos que
montaron un acto para la garantía de derechos… cinco meses después) y el desvío
hacia lo periférico de la situación (valoraciones morales sobre los padres, la
privación del derecho a la identidad, la resolución del Estado en favor del
pedido sin llegar a instancia judicial, como temas de los que el muerto sí
tiene permitido hablar).
Es necesario recordar la
articulación existente entre la determinación de lo femenino y la cultura
patriarcal. También es importante detenerse en el punto en donde, a raíz de la
decisión de esta pareja sobre el nombre de su hijo, emerge la denuncia a la
falta de cumplimiento del mandato de lo que un varón debe ser y hacer… y
finalmente transmitir a sus vástagos, porque esto permitiría visibilizar mejor
lo que hace al tema de la discusión. Identidades e instituciones (formas
culturales específicas) nunca pueden pensarse por separado.
La familia como
institución es regulada por el parentesco. “Lo fundante” es aquello esencial de
una institución, sin lo cual dicha institución no es tal; y que como fundante,
es ideológico y político. Es el parentesco, de una forma u otra el que nos otorga
un Nombre. Qué es lo fundante del nombre: que designe a alguien de modo que no
se confunda con otros y que al mismo tiempo permita ubicarse en una
temporalidad susceptible de historización, que le permita constituir una
identidad (lo sepa el sujeto o no: decantado de la lucha de clases).
El orden en que pueden
establecerse los apellidos responde a convencionalidades. Existen en otros
países disposiciones legales diferentes a lo que conocemos… e incluso al
interior de nuestra propia legislación nos muestra contradictorias variantes:
lo concerniente a la Ley de Familia en relación a las parejas homosexuales.
La cultura es reaccionaria
cuando solo le da lugar a una forma de lo fundante… y su expresión, en nuestro
caso, aparece en los calificativos violentos como “reacción teórica negativa”[2]
a lo nuevo y a quienes lo llevan adelante: “es
una feminista”, “si la Vázquez te
clava los dientes, fuiste”, “es
un pollerudo”, “sumiso”, “va a terminar como ‘conchita’ Barreda”.
El mandato al varón no es que decida él el nombre de sus vástagos. El mandato (que
lo antecede y del que no puede decidir nada) es que es su nombre, y ningún
otro, el que designará a sus hijos.
“La sociedad capitalista
se sostiene en las masas artificiales que Freud describiera: la Iglesia y el Ejército.
Y podríamos agregar el Estado, la Universidad, la familia patriarcal. Ser uno
con el todo. Ser uno (el sujeto) con el todo (el superyó)”[3].
Lo que se le demanda a Laura y a Gonzalo es que se sometan. Y sobre todo a
Laura; porque a Gonzalo lo que se le demanda es subordinación al rol del
subordinador… y como no cumple es un pollerudo.
La cultura de la represión lo que exige es domesticación. Es la crueldad
superyoica la que busca lograr el desprecio, dolor y sometimiento del otro; en
este caso racionalizada como una forma encubridora del amor: “cómo van a dejar invisibilizado a ese padre
detrás de un apellido materno… y si se separan, cómo hará ese pobre hombre para
acreditar potestad del niño”… por ejemplo.
El modo yoico donde auto
conservación, amor y placer están unidos (los motivos por los cuales los padres
de Manuel deciden el orden de los apellidos) anula la operación superyoica de
desalojo violento del deseo por amenaza de castración. En todo caso podemos
pensar que al menos por un momento el Ideal del yo de esta pareja se une a su
yo convirtiéndose en Yo ideal, burlando los mandatos represores. Ideal del yo
que les dice debe haber una igualdad de géneros y los moviliza hacia ello.
La cultura represora, en
sus portavoces, hace de la insatisfacción un mandato: “para qué quieren cambiar el nombre”. Se tiene en mente que no
habría mayores consecuencias, pero de todos modos se busca sostener la
insatisfacción.
Lo que es interesante es
que para que se diera este cambio de forma abalada por el Estado, fue necesaria
la revisión y la interpretación del
marco legal existente en lo que respecta a la Ley de Familia y las premisas
básicas de la Constitución Nacional[4].
El apellido no deja de estar encarnado en el género para los casos de familias
heterosexuales, la cultura allí no concibe ni remoción ni intercambio. La
familia patriarcal aquí se nos presenta claramente como un instituido
burocratizado que organiza el devenir de los deseos, a como dé lugar.
Si entendemos la
subjetividad como el decantado identificatorio de la lucha de clases: el
combate del que la teoría nos habla sobre la clase de los deseos y la clase de
las amenazas, con sus batallas perdidas y ganadas. Podemos entender cómo los
avatares de esta familia en relación al Nombre (que no ahorca pero ata).
Como planteara Grande, todo proyecto revolucionario debe
implicar que quienes lo lleven adelante sean dueños de sus palabras y esclavos de sus silencios. Con esto es
importante entender que en realidad la palabra (el Nombre), en su vertiente
fundante, fue ubicada en el nivel deseante de la subjetividad. Laura y Gonzalo
invisten desde el Ello (donde se cocinan los deseos fundantes de la humanidad)
el nombre de su hijo, como decantado del deseo parental, necesidad de que esa
verdad sea plasmada libremente. Porque el silencio nunca es salud; el silencio
- de que la madre también es propiedad del hombre, y que solo es el medio de
reproducción del capital- que esclaviza promueve la imposibilidad de revisiones
en los marcos legales hegemónicos. Condena a privaciones. Sostiene trampas: es garante
de super yo (nunca del Ello) con ausencia o exceso de palabras. Y como la
sociedad represora sostiene el Complejo de Edipo “amplificado” (el
histórico-social), prohibiendo todo aquello cuyo único fundamento sea el deseo;
utiliza como estructura anticipatoria el Edipo libidinal: la familia patriarcal,
generando el tabú del deseo mismo. Es el deseo el que se vuelve incestuoso a
partir de su prohibición misma por medio de la amenaza de castración, tensión
entre el Yo y el Superyó.
Laura
y Gonzalo con su decisión nos demuestran que gozan de una buena dosis de
ternura primaria. Cuidan a Manuel y promueven en él a posibilidad de una
subjetividad libre de reduccionismos a un Yo que no sea nada más que eso.
Burlan de alguna forma (nunca gratuita) la imagen incólume del Pesebre mítico
de la familia patriarcal moderna judeo-cristiana. Abren una brecha por donde se
escurre el deseo en una descarga que garantiza el movimiento, porque no es la
falta, nunca puede ser la falta, lo que nos permita evitar la descarga a cero.
* Cita
al artículo “La soga en la casa del ahorcado” (2002).
El presente artículo está basado en el trabajo final del Seminario de Psicoanálisis Implicado, realizado en el 2013 en la Facultad de Psicología de la UNLP; a cargo del Dr. Alfredo Carlos Grande. Autoras Pallero, Dulce María; Crha, Marcela; Mainero, Mirta.
[1] Los mitos sociales logran su eficacia en el
disciplinamiento social y en la legitimación y el orden de las instituciones
que involucran. Funciona así por repetición de sus discursos sosteniendo una
misma trama argumental con pequeñas variaciones, creando una eficacia que es
violencia simbólica ya que no da lugar a las diferencias de sentido y
posicionamientos subjetivos de los actores sociales, violentando lo diverso y
lo singular con la ayuda de discursos científicos, políticos, religiosos,
jurídicos, de medios de comunicación social, etcétera, que producen y
reproducen los argumentos que los instituyen y estipulan, por ejemplo: qué es
ser una mujer o qué es ser un hombre. Así sancionan directa o indirectamente
cualquier práctica, pensamiento o sentimiento que transgreda o cuestione sus
verdades. - Fernández, A. M. "La Mujer de la
Ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres" (pág. 246).
[2] Se
entiende por reacción teórica negativa
a todo rechazo absoluto, que por tal, impida la construcción de una episteme
alternativa a la hegemónica. Dicha imposibilidad de aceptar la existencia de
algo diferente es estructural a las lógicas del pensamiento que sostiene la
cultura represora. Este concepto Grande lo acuña para explicar cómo funciona a
nivel de la construcción y validación del conocimiento el mecanismo análogo al
que Freud describiera al interior del tratamiento psicoanalítico: la reacción terapéutica negativa, uno
de los avatares que a diferencia de la resistencia, coarta toda posibilidad de
elaboración psíquica.
[3] Introducción penetrante, en Del Diván al
Piquete. Alfredo Grande.
[4] En Argentina la Ley del Nombre (18.248) señala en los artículos 4 y 5
que el niño debe tener el apellido del padre, que el doble apellido es optativo
y que el orden es primero el del padre y luego el de la madre. Con la sanción
de la Ley del Matrimonio Igualitario, se modificó el Art. 4 de la Ley del
Nombre para incluir a parejas de padres o madres del mismo sexo, para las que
el orden es optativo. De este modo los progenitores homosexuales pueden
inscribir a sus hijos con cualquiera de sus apellidos o los dos, optando por el
orden. Y si no hay acuerdo los mismos se ordenarán alfabéticamente. “Lo que la Provincia de Buenos Aires
interpreta en este caso es que también los padres heterosexuales tienen la
libertad de elegir el orden de los apellidos”, explica Álvarez Echagüe,
“teniendo como argumento el Art. 16 de la Constitución Nacional que dice que
‘todos los habitantes son iguales ante la ley’ y en el Principio de
Razonabilidad (Art. 28) que limita a las leyes a no alterar las garantías y
derechos reconocidos por nuestra Constitución”. - 10-06-201. 16:08
hs. | Gacetilla. Ministerio de Jefatura de Gabinete de Ministros, Provincia de
Buenos Aires.
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BIBLIOGRAFÍA
FERNANDEZ, A. M. "La
Mujer de la Ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres".
Editorial Paidos. Año 1993.
GRANDE, A. C. Introducción y Capítulo 1,
de El Edipo después del Edipo. Del Psicoanálisis Aplicado al Psicoanálisis
Implicado. Ed. Topia. Bs. As. 1996.
La soga en la casa del ahorcado, en Psicoanálisis
Implicado. La marca social en la clínica actual. Editorial Topia. Buenos Aires,
2002.
Amaré tu sangre, en Psicoanálisis Implicado. La marca social
en la clínica actual. Editorial Topia. Buenos Aires, 2002.
Glosario de Psicoanálisis Implicado, en Psicoanálisis
Implicado. La marca social en la clínica actual. Editorial Topia. Buenos Aires,
2002.
Introducción
penetrante, en Psicoanálisis Implicado 3. Del diván al piquete. Editorial
Topia. Buenos Aires, 2004.