24.12.18

Diciembre


Informes veraces de cómo, en 1551, cinco soles fueron vistos en Leipzig por muchas personas de confianza.



Tenés nombre de arcángel y significa "Fuego de Dios", fuiste nombrado como el ángel de la luz de las estrellas; eso dice Wikipedia. Alto nombre te puso tu vieja amigo, la verdad... Yo no sé por qué les pinta el misticismo a algunas madres, posta.


Parece que la tuya es muy devota, no para de mandarme cadenas al whatsapp sobre bendiciones y la virgen y no sé qué cosas. No la entiendo la verdad, preferiría que su piedad no fuera tan selectiva de las redes sociales y nada más... Trato de no pensar mucho en esto, pero cuando te veo a vos y a tu hermano se me hace muy difícil entender qué mierda pasa con ella.

Tenés una cara hermosa y un dios aparte... yo creo que porque te nombraron como el arcángel y eso te hace un poco a prueba de balas... o de camiones. Igual esto ni en pedo te lo digo porque lo único que me falta es que te hagas aficionado a cabecear el pavimento, o cosas peores.


Te armé un sobre con regalos de navidad. Todas cosas que fueron mías y que ahora quiero que tengas. Me gustaría decirte que el mundo puede ser un mejor lugar para vos. Me gustaría decirte que yo podría cuidarte en serio, mostrarte iluminaciones medievales y pinturas del siglo XVI y XVII que hablan sobre tu nombre y otras cosas bíblicas re flasheras. Me gustaría mostrarte la fotografía del siglo XX que tanto me apasiona, invitarte a que leas algunos libros que tengo y que capaz te gustarían. Contarte cosas que pienso y escuchar todo lo que pensas y te gustaría hacer.


Me gustaría poder decirte de verdad que el mundo podría ser un lugar que realmente te aloje. A veces me dan muchas ganas de hacerlo. Pero como no puedo, elijo llenar un sobre con una postal de Península de Valdez, un par de fotos que me gustan mucho y un anillo que usé muchos años y ahora quiero que lo tengas.


Feliz Navidad Uriel.

17.12.18

¿Por qué los pibes siguen viniendo?

Esa pregunta me quedó clavada en el cerebro y el corazón éste 2018. Este año, en esta pregunta cristalizó todo el odio de clase, la falta de empatía y el cuento del enemigo interno. Esa pregunta me dio de lleno en la cara y golpeó como rayo en el cuerpo de mis compañerxs. Y esta vez tuvimos que aceptar que también en nosotros cayó su estigma. El problema queda estaqueado, sin complejidad ni movimiento en una sola pregunta: por qué siguen viniendo. –No el hambre, la violencia, el consumo problemático-. Nadie se da cuenta cómo se reproduce la falta de valor que tienen esas vidas tan jóvenes cuando simplemente se pregunta una y otra vez, con suspicacia conspirativa, por qué siguen viniendo.

Este año tuve la oportunidad de asistir a cómo se construyen las subjetividades delincuentes. Cómo un puñado de adultxs inventaba monstruos nuevos donde antes sólo había habido niños pobres. Cómo se reproducían cuentos sobre niños armados y amenazantes. Cómo pibes cuya inscripción es de trabajador (cartonero) eran tildados de pibes chorros sin más. Cómo todo ese odio que se les iba administrando por acciones u omisiones rápidamente se transformaba en una respuesta reaccionaria por parte de ellos. Cómo comenzaban a ser desde este lugar en el que se los alojaba. Porque ser odiado solo te deja el lugar de estar odiado, y odiar un poco más cada vez. Este año fui testigo de cómo opera el mecanismo de la deshumanización hasta en mi propio cuerpo. Porque de otra forma no es posible dejar a merced la integridad de otra persona a manos de alguien que tiene el poder real de dañar. Eso que ya había visto una y otra vez en el cuerpo de los pibes desde antes me tocó a mí y a mis compañerxs. Saberse odiado, y estar odiado. No querer ni saludar a quienes les ofreciste la mano y te la mordieron de la manera más cruel. Porque el problema de ser adulta, de ejercer ese rol responsablemente, es que te deja sin la posibilidad de llamar a estxs traidorxs a tener una buena pelea mano a mano… o cagarlos bien a piedrazos –dos cosas que encantada de la vida habría hecho más de una vez-. Porque acá no se trata de ganar o perder, se trata de recuperar como sea el estatuto de ser humano.

A veces me pregunto si realmente me creerían cómo niños que sí salen de caño son capaces de decirme cosas como “Mirá todas esas canas, te estás poniendo viejita… voy a tener que cuidarte” mientras, postrados en terapia intermedia, me acarician el mechón de rulos blanco que tengo adelante; o me piden videos de mis plantas y mis gatos para pasar las horas interminables del hospital. O me dicen después de un fin de semana en el que se la pasaron persiguiendo a una muerte que les escapa espantada-, con los ojos llenos de lágrimas que ya no les importa nada de nada. O cómo aparecen en un cierre de taller en que no participaron porque no son del barrio y ya no son los niños que eran en 2015 y ahora están en otra; pero se acercan a saludar y te llaman por tu nombre y preguntan entre ansiosos y desafiantes si sabes quiénes son. Y tenés que hacer fuerza para que no se te caiga el alma de amor y otras cosas, porque los ves con sus caras tan cambiadas pero con la misa sonrisa hermosa y esa llama en los ojos, y agradeces que estén vivos y te recuerden y te quieran. Y les contestas: “Claro que sí, borrego, cómo me voy a olvidar de vos… ¿Se quedan?”. A veces me pregunto si realmente alguna de esas personas me creería al menos la mitad de las cosas que guardo en mi memoria. 

Por qué siguen viniendo, por qué siguen existiendo, por qué esas mujeres insisten en tener hijxs, por qué no se mueren y ya. Por qué no se puede tener mano dura con ellos si no nos respetan ni a nosotros ni a nuestras instituciones y nos ponen en riesgo físico… Por qué no dejan de recordarnos que esta humanidad así ya no da más. Yo quisiera ensayar a modo de contestación otra pregunta, ya que ese es mi verdadero y único oficio, preguntar: ¿Es posible creer en la ternura ajena cuando no se ejerce la propia?

Cuando se mira en serio el dolor ajeno es muy difícil no asumir la parte de ello que nos toca. ¡Por qué dejarían de seguir viniendo! ¿Desde cuándo nos creímos que las infancias que no acatan nuestros términos no merecen el derecho de existir en los propios? Por qué lo que no se ajusta a nuestros gustos y preferencias debe ser borrado sin más de la humanidad, reducido al mote de delincuente, drogadicto, violento, digno de ser torturado por las fuerzas policiales, el sistema judicial y un sistema de promoción y protección que lejos de garantizarles sus derechos les recuerda que no hay nada allí para protegerlos; que la salida es aceptar sin más la violencia social de la que vienen, las balas que ofrece la policía o el chaleco químico de alguna “granja de rehabilitación” si es que hay un lugar para ellos.

¿Es posible creer en la ternura ajena cuando no se ejerce la propia? La ternura demanda ecuanimidad, no discriminación, inclusividad: nada de esto que pasa es: o nuestro problema, o problema ajeno. Todo esto que nos pasa es tema nuestro, de todxs los que somos tocados por ello. La compasión poco tiene que ver con la noción judeo-cristiana tan popularizada, con-pasión aquí implica necesariamente reconocer el dolor de nuestro propio cuerpo y diseñar las estrategias para sanarlo. –Y por cuerpo entiéndase desde ese pedazo de carne y fluidos que movemos, pasando por nuestros sentimientos y el pedazo de historia que nos permite decir “Yo”-. Para luego poder saber escuchar a lxs demás y promover algo tan caro y escaso por estas épocas: la benevolencia y la alegría del encuentro. La benevolencia y alegría de ofrecerse a otrxs para construir un futuro posible en el que entremos todxs.

Quisiera poder mostrarles las caras de estxs pibxs de los que todos huyen despavoridos cuando se les acercan. Sus cuerpos hermosos y jóvenes, maquillados. Sus amplias sonrisas y sus miradas de amor por la música y todo lo que les ofrecemos y fueron construyendo. El orgullo de vestir las levitas que una de nuestras compañeras se mató cosiendo en tiempo record. Quisiera realmente poder mostrarles los retratos preciosos que otra de las compañeras realizó, y explicarles así por qué no podemos seguir siendo parte de esta humanidad. Quisiera poder hacer todo eso y más, sin que ello implicara exponerlos porque este mundo es un lugar siniestro y yo no puedo confiar. Pero como no soy quién para rendirme elijo –en vez de mostrarles un pilón y medio de cosas hermosas-, escribir este texto y recordarles TODO LO QUE SE ESTÁN PERDIENDO.