doblegadme |
"amerita una paliza" como concepto de vanguardia que no es.
20.6.25
*
19.8.23
Algunas reflexiones provisorias frente al horror
Albrecht Dürer - Melancolía (grabado 1514)
Los resultados de las ultimas PASO en Argentina nos reclaman un balance de
estos 40 años ininterrumpidos de democracia. Y para ello propongo sostener una
hipótesis muy incómoda al respecto: El proceso de elaboración del trauma social
que implicó la última dictadura cívico-eclesiástica-militar detuvo su proceso y
suturó la posibilidad de complejizarse con las demandas históricas que fuimos
enfrentando como sociedad. Si tenemos la suerte de que algo de “la crisis del
2001” retorne con lo que implica una posible victoria de Milei en octubre, no debemos
pensarlo como un retorno de lo reprimido. Es retorno de un evento traumático y
no elaborado —o elaborado parcialmente en el mejor de los casos —, reactivado
por la amenaza de un trauma de proporciones semejantes, o incluso mucho peor.
Pienso que la semilla de la imposibilidad de pensar otro mundo posible en
nuestro país, se encarna mucho en la imposibilidad de abandonar la obediencia
debida una idea de democracia que está totalmente construida en base al terror
y más concretamente al saldo del terrorismo de Estado; y a cómo la clase
política dominante operó para que esa no tramitación del trauma coagulara la
posibilidad de imaginar orto mundo fuera del capitalismo. Si tuviera que
reducir la operación psicopolítica que ofició de coagulante a un enunciado y una
posterior declinación, podría ensayar el siguiente modo: del tiempo inaugural
del nuevo pacto social democrático “Con la democracia se come, se cura y se
educa”, pasamos a un “Ésta es la única forma posible de la democracia,
porque todas las demás experiencias fracasaron”. Esta última formulación
que se estabilizó como discurso político actual en nuestro país, se sirvió de
una forma maniquea y bipolar de construir el mundo a escala internacional
(modelo capitalista/ modelo socialista) y una lectura del juego de fuerzas como
“naturalmente” bipartidista a nivel local: conservadores/ radicales –
radicales/ peronistas – kirchneristas/ macristas…
Hay varios problemas en contar la historia de esta manera. El más evidente
es el borramiento de fuerzas políticas y sociales, muchas veces altamente
organizadas: socialismo, anarquismo, movimientos campesinos y de pueblos
originarios, movimiento de mujeres (solo por nombrar algunos); que no solo
nunca se alinearon homogéneamente con la lógica de este supuesto bipartidismo,
sino que además fueron las responsables de grandes conquistas democráticas, que
luego, quienes fueron las fuerzas de turno para la administración del Estado —haciendo
el trabajo que la ciudadanía les encomendó mediante el voto representativo—,
llevaron a la puesta en forma de leyes y de políticas de ejecución,
sostenimiento y protección de las mismas. Tarea necesaria si las hay, pero no
autoengendrada ni suficiente.
El segundo problema que puedo pensar —y ciertamente uno de los más
conflictivos—, es que éste mismo discurso —conjugado a modos de pensar la
economía y su relación con el Estado—, llevaron a interrumpir la profundización
de las contradicciones del sistema sobre el que se sostienen todos los Estados
occidentales en la actualidad: la democracia y sus límites dentro del
capitalismo. Donde las tendencias al desarrollo de políticas liberales o
neoliberales provocan crisis económicas, sociales y de representatividad
política; que se reequilibran con los matices propios de cada realidad regional
y local, pero que nunca cuestionan el modo de producción y reproducción
socio-económica de fondo. En nuestro país, la defensa de la democracia se
constituyó en una no crítica al sistema. Y esto nos llevó como sociedad a una
imposibilidad de poder pensar otros mundos posibles. Coaguló en la premisa:
“democracia es esto o nada”, por tanto, se empezó a torcer la idea de qué
significan las políticas de izquierda y de derecha en nuestro país. Se sostuvo
de este modo el programa de borramiento sistemático a cualquier fuerza política
y social que atentara contra el capitalismo.
No hace mucho tuvimos que escuchar “a la izquierda nuestra está la
pared”: declaración dolorosa y canalla si las hay. Primero porque hace
desaparecer a colectivos antiimperialistas, anticapitalistas, que apuestan a
economías populares, cooperativas, autosustentables, respetuosas del territorio
que no invisibilizan a los pueblos originarios, afrodescendientes, etc. Segundo
porque somete —a través del terror— a parte de la población que les elegía como
representantes, señalando que lo único que queda es empezar a acostumbrarse a “tragar
sapos” por el bien de “la democracia”. En resumidas cuentas, se constituye un
discurso de anulación de la posibilidad de elección por temor al aniquilamiento:
“como no existe la opción, solo estamos nosotres o la barbarie neoliberal… nada
más”. Cualquier posicionamiento crítico, lúcido y alternativo, reconocido
honestamente como tal, se desestima por idealista, romántico, principista,
dependiendo del contexto de la discusión y cuánto las defensas se pusieran al
servicio de la chicana política. Lo que en otras palabras significa que no es
posible nada nuevo: nada más y nada menos que otra version —mucho más compleja—
del fin de la historia.
Así se construyó el primer monstruo del capitalismo argentino pos 2001: el
macrismo. Era necesario antagonizar con algo que estuviera más a la derecha —mucho
más a la derecha— para sostener la afirmación de que “a la izquierda no hay
nada”. El monstruo creció y se alimentó del descontento, la impotencia y toda
la violencia introyectada que el Estado descargó sobre la ciudadanía: violencia
económica, simbólica y física (la tan conocida represión por parte de las
fuerzas de seguridad). Con esto no estoy diciendo que los gobiernos kirchneristas
no tuvieran políticas en materia de DDHH, salud, educación, vivienda, la
protección a los sectores que pertenecen a las clases históricamente
desafiliadas de la economía formal. Estoy planteando que hubo violencia
económica para sostener gobernabilidad dentro de un sistema capitalista porque
no fue posible ejercer la autonomía que supuestamente podría desarrollar el
Estado dentro de su modelo económico. Eso se tradujo en inflación, generación
de empleos basura y un desarrollo de la economía interna que no fue suficiente
para equilibrar la balanza de la justicia social sin que el costo no recayera
en la sociedad que solo tiene su fuerza de trabajo para vender en el mercado
laboral. O sea, la crisis del sistema fue amortizada por las grandes mayorías
que no somos dueñas de los medios producción y reproducción del capital. Y
también hubo violencia simbólica sostenida frente a los sectores, cada vez más amplios
y heterogéneos, que empezaron a criticar el discurso de que con esta
democracia alcanza; que este modelo es viable; que el capitalismo
humano es posible.
Por supuesto que las críticas y las quejas no fueron totalmente formalizadas
en estos términos. Las personas que tenemos la desgracia de haber nacido en
este mudo, rara vez podemos darnos el lujo de ejercer el derecho a sentarnos a
pensar críticamente, a estudiar, a discutir y disputar ideas. La mayoría de las
personas en este mundo, solo podemos vender nuestra fuerza de trabajo para
llegar a fin de mes —pagar las cuentas, el alquiler y comer—, y con suerte
permitirles a nuestres hijes acceder a la educación y un poco de ocio y
descanso cada tanto. Cada vez más y con más brutalidad, nuestra vida se reduce
a dormir para trabajar y trabajar para sostener nuestras funciones vitales como
poder descasar 5, 6 o 7 horas y seguir trabajando.
En una síntesis que no pretende ser exhaustiva ni precisa —porque mi
objetivo es hacer un análisis psicopolítico, no económico ni histórico—, en nuestro
país, las reestructuraciones a las crisis del sistema fueron: 1) a la
hiperinflación de finales de los ’80: neoliberalismo menemista; 2) a la crisis
institucional, económica y socio-cultural de 2001: el kirchnerismo; 3) al
fracaso del modelo económico y social por progresiva flexibilización del
proteccionismo económico y social del kirchnerismo: el franco neoliberalismo de
representación política mixto del poder empresarial y de familias liberales y
conservadoras históricas; 4) a la profundización de la crisis económica y
política: un gobierno de centro acordado por un frente lábilmente cohesionado,
que cristalizó en un representante político impotente para profundizar (y en
muchos casos sostener) políticas sociales, timorato frente a la inercia del giro
a la derecha en materia económica 5) a la crisis de representatividad por
fracaso de ambos polos del bipartidismo: giro a la derecha expresado en un
candidato abiertamente neoliberal en materia económica y fascista en materia
política.
Esta formalización esquemática de cinco vueltas del tardocapitalismo, deja
al descubierto no solo el agotamiento cíclico cada vez más acelerado y
descarnado del sistema; sino también la incapacidad de los discursos políticos
de matriz tradicional, para interlocutar con la sociedad civil, que aunque está
cada vez más alienada de la posibilidad de acceder al capital cultural y el
derecho básico a poder vivir sin estar haciendo peligrar su existencia;
entiende perfectamente que esto no funciona y solo nos lleva a la destrucción.
Que la capitalización del descontento, la impotencia, la desesperación, el
terror a la aniquilación de lo poco (o mucho) que se tenga sea capitalizado por
discursos cada vez más fascistas, se debe al deterioro del lazo social que provoca
el mismo sistema. Ya que, como dice Adrián
Piva, “El capital no es una relación social puramente económica, el
Estado es uno de los modos en que la sociedad capitalista se desenvuelve, se
desarrolla, se reproduce. (…) Cuando la sociedad capitalista entra en crisis,
entra en crisis el conjunto de esas relaciones sociales; entra en crisis lo que
llamamos «la economía» y entra en crisis también lo que llamamos «la política»
(…) Porque esas relaciones están articuladas a través del mercado. (...) si la intervención
del Estado disuelve la separación entre economía y política, que es la
condición de funcionamiento del mercado, pone en crisis la forma en que se
articulan las relaciones sociales”.
Las preguntas que nos quedan para poder pensar, sostener, debatir y
organizar son: frente a la prueba de realidad descarnada del fracaso del modelo
político y económico actual ¿Somos capaces de pensar que otro mundo es posible?
¿Somos capaces de abandonar el terror y las construcciones dogmáticas de
verdad? ¿Somos capaces de apostar a la radicalidad de lo impensado y dar el
salto que nos saque de la melancolía? Y en este impasse lógico que
tenemos que abrir —aunque el tiempo cronológico ya esté en descuento hace
décadas a nivel regional, y octubre nos respire en la nuca a nivel local—, no
debemos caer en la ingenuidad de creer que las crisis son per se
momentos de desestructuración de los sistemas de dominación y, por tanto,
oportunidades políticas revolucionarias. Desestimar el carácter disciplinante
de las crisis es lo que nos condujo a las puertas de un gobierno elegido
democráticamente que sostiene abiertamente un discurso fascista. Y esto es una
advertencia para todo el arco político que disputa en los espacios de
representatividad estatal.
Piva sitúa el problema del siguiente modo: “La crisis general es una crisis
de reproducción de la sociedad (…) Puede ser catastrófico o puede desarrollarse
gradualmente en el tiempo, pero, como sea, se trata de procesos de crisis de
reproducción de la sociedad, de disolución de los lazos sociales, que afectan a
todos los sectores sociales. Y a medida que la crisis se profundiza, se agrava,
se prolonga en el tiempo, afecta mucho a la clase trabajadora y a los sectores
populares.
“Ese efecto disciplinante es muy importante sobre todo en períodos de
crisis de alternativa política. Porque ante la ausencia de alternativa
política, la clase trabajadora, si está movilizada y organizada, solo puede
tener cierta capacidad de bloqueo. Y el éxito en el bloqueo a la ofensiva
capitalista lo que tiende a provocar es una prolongación en el tiempo de la
crisis y, en algún momento, inevitablemente, su profundización. Entonces es ahí
donde el efecto disciplinante juega un papel importante. (...) La especificidad
de la estrategia de ofensiva neoliberal fue el uso de la coerción del mercado
como medio de disciplinamiento. (…) la violencia estatal estuvo orientada a
transformar las relaciones entre Estado y acumulación de modo que se convirtió
al mercado en un medio de disciplinamiento, de desorganización de la clase
obrera y de individualización de los comportamientos sociales. (...) En el
neoliberalismo la coerción del mercado se transforma en un arma política”.
Por eso necesitamos escuchar el malestar de la clase trabajadora, aunque no
se identifique como tal, y construir un horizonte que habilite la posibilidad
de estrategias anticapitalistas, antiimperialistas, antifascistas. Esto nos
lleva inevitablemente a abandonar mecanismos y modos de organización de los
estados y las economías que solo pueden existir en un sistema que está diseñado
para aniquilar a las mayorías y a los ecosistemas donde la humanidad existe. Debemos
dejar de naturalizar y normalizar los modos actuales de la existencia dado que
no debería resultarnos natural perforar la tierra hasta indecibles
profundidades; extirpar árboles, animales y personas de sus lugares nativos;
cubrir el cielo de satélites que bombardean la superficie con ondas
electromagnéticas. No es normal reventar átomos para generar explosiones
inimaginables; ni desertificar paraísos de selva y agua; o llenar el fondo de
los mares de cables de internet y las superficies de las aguas de micro
plásticos y botellas, y las profundidades intermedias de medusas sintéticas. No
admitir que esto no es normal es también una forma del negacionismo.
En una entrevista de 2011 Miguel
Benasayag —hablando sobre el elogio al conflicto— situaba que el trabajo no
se trata de reponer “la esperanza” en el marco de las luchas, sino de organizar
acciones intensivas para garantizar la vida psíquica de las personas, para que
exista luego la posibilidad de poder disputar algo más que la supervivencia. Señalaba que el discurso de la modernidad plantea un hacer que pretende anular lo
negativo, ofertando propuestas de un orden social que cohesionaría completamente,
anulando así los conflictos. Cuando en realidad, el humano real no es “el
hombre normal”, “racional”: encarnamos la contradicción, no buscamos
forzosamente nuestro bien, e incluso podemos desear fuertemente el mal. Esto es
lo que nos confronta con la ruptura de “la promesa” una y cada vez, dejándonos en
el desconcierto y la impotencia. Por ello es necesario construir un compromiso
político que no sea ordenado por la promesa a priori de un mundo ideal. Es
en la inmanencia de la situación donde se reencuentra el deseo, es el hacer
con lo que crea aquello que moviliza el deseo. Y poder interrogar qué es lo
que ordena la lectura de la acción es clave: ¿es la promesa de una sociedad
perfecta o la asimetría situacional concreta? Si logramos localizar y recortar
estas asimetrías concretas, lo que aparezca como contenido ideológico de las
acciones para responder a ellas será lo de menos. Lo que importa es que se pueda
decidir, que en el modo de leer la realidad haya un lugar para habilitarnos a asumir
un lugar que nos reposicione como sujetos políticos. Cada quien encontrará
su propia promesa que hará lazo con otres. No se trata entonces de recurrir a
un modelo utópico, cuando el mundo que se prometió garantizar (de un lado y
otro) fracasó. Se trata de hablar desde un modelo tópico, de crear una
horizontalidad para cuestionar y militar realidades concretas donde nadie pueda
decir, en nombre de un modelo abstracto, qué está bien o mal. Que ya no sea
posible permitir que el motor decisor sea una promesa que solo uno conoce y los
demás apenas intuyen o solo se limitan a seguir al modo de un acto de fe.
La solución no la tiene nadie. La salida es colectiva y hacia un espacio
que está por construirse con la materialidad de experiencias múltiples y
alternativas. Un mundo donde haya verdadera capacidad para la elección requiere
que las personas no estemos en la encrucijada de perder la vida o resignarnos a
sobrevivir como se pueda. Usemos la historia para poder hacer una lectura
dinámica de los desafíos que nos tocan. La historia no es “el pasado”, la
historia es actual y es presente. Y por favor, no olvidemos nunca que la única
respuesta al fascismo es el antifascismo.
14.1.23
La economía de los afectos
Qué nos lleva a amar a otras personas la verdad es algo que —por suerte— nunca termina de saberse por completo. De hecho, los años me han llevado a entender que cuanto más se puede explicar sobre un vínculo, más hay que sospechar de ello. Pero pensar siempre ayuda, aunque eso nunca nos ahorra —o no debería— las contradicciones, los puntos ciegos, los pantanos en los que encallamos enganchades de nuestros propios mambos psicológicos, esas “arenas movedizas del pensamiento”, diría Mr. Jones.
Ojo que no estoy hablando de relaciones —no importa del tipo que sean—
donde lo que circula es violencia de alguna clase… eso que tan genéricamente se
llama “toxicidad”. Estoy hablando de relaciones en las que las cosas están bien
porque te sentís bien, porque las cosas crecen, se complejizan, aparecen aspectos
tuyos y de les ortes que son nuevos y potenciadores del vínculo. Relaciones que
tienden a la desilusión en el sentido de que apuntan a la desidealización de une
misme y de les otres. Donde no se ven como errores o problemas los momentos de
tristezas, de discusiones serias, de quedarse pensando con lo que dijiste y —sobre
todo— con lo que te dijeron. Relaciones donde entendés que no se trata de tu felicidad,
como idea de completud, lo que te une a les otres… hablo desde una concepción del
amor que está bastante lejos de la vaina romántica patriarcal, mucho más cerca
de la incertidumbre y de la idea de finitud que de otras cosas.
Lo curioso del amor en nuestra cultura, es que se nota más cabalmente
cuando se lo pierde o se lo defrauda. Se invisibiliza todo lo que realmente
marcha y nos hace crecer. Por eso se le tiene tan poca estima a las amistades
como verdaderos amores, por ejemplo; y se sufre de modo tan estragante cuando hay
rupturas de esos vínculos… no hay palabras, no hay red simbólica para llorar
esas perdidas y se transita todo eso en soledad y silencio. Por eso solo
podemos hablar de lo que se pierde en las rupturas sexoafectivas, que son las
que el sistema cis hetero patriarcal y capitalista absorbió para seguir produciendo
y reproduciendo la fuerza de trabajo a explotar. Por eso a algunes escandaliza
y a otres les llena de regocijo una “tiradera despechá” que se vuelve hit a fuerza
de hate o elevación a himno; que se reproduce al infinito como meme,
como dedicatoria, como remix, como discusión política o filosófica.
Con más o menos contradicciones, lo que queda al descubierto es que a la
asimetría constitucional de los vínculos, se le monta la asimetría del sistema…
y entonces hay que reclamar resarcimientos simbólicos y materiales. Y no se
trata de hacer una vindicación a la idea naïf de que sería posible deshacernos de
esto, porque el amor —para mí— no es más que un por dónde y cómo, eso, que es
una cantidad, circula, se estanca, explota, se disipa… Y si es una economía,
entonces deberíamos preguntarnos por la plusvalía, ¿no? Porque si lo que nos inquieta
es el modo de producción y reproducción de lo que creamos como humanidad, no
podemos olvidarnos que bajo ciertas coordenadas, hay parte de nuestra producción
que puede ser expropiada… o no.
Por eso, cada vez con más convicción aspiro a vínculos que no sirvan para
nada que pueda ser intercambiado por o como mercancías. No porque no haya
valores sociales involucrados en los vínculos —vivimos en una sociedad y no escapamos
a lo que nos hace performar—, sino porque en el mismo acto de amar con otres, busco
que algo del sistema se mal logre y que ese plusvalor que se libera en el
arruinar ese circuito vuelva, irradie y genere potencias inabarcables,
inenarrables… solo traducibles a estados físicos vagos, que a lo sumo me obliguen
a que se me escape una sonrisa torcida, de esas que me hacen estirar fugazmente
la comisura izquierda, y que para cuando la percibí ya desapareció. Como esas
contracciones involuntarias que provocan los estímulos que recibe el sistema
nervioso cuando menos los estás esperando y tu psiquismo responde con un “…
cierto…” sin palabras, de solo gesto. Y ya sabemos que los gestos, cuando son actos
políticos, son la semilla de toda revolución que vale la alegría. Porque finitud
y permanencia —por suerte— son dos cosas distintas.
2.9.22
Alguien ha matado algo
Es extranjero, es psicótico, es nazi… es otro. Es ajeno, es algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros. Y, sin embargo, alguien ha matado algo.
5.8.22
< / 3
Despertar con una
melodía en la cabeza y que toda tu mañana se encuentre ominosamente relacionada
con esa canción: forma y contenido, contenido y forma; que no es la letra y la música,
la música y la letra, porque así no funciona ningún texto. Porque casi todo lo
que pasa puedo pensarlo como un texto. Escuchar, mientras espero un turno que
se demora, un análisis sobre Hallelujah de Cohen: su progresión de acordes —cómo
se sienten en el cuerpo los mayores, menores y disminuidos… como si algo de todo
eso fuera natural— y la letra. Que antes y después de ese “recreo” me obliguen
a pensar en el amor para mostrar posibles claves de lectura a la otra persona
con la que se trabaja.
Odio que las
cosas me persigan, odio que no tengamos una palabra en español para expresar
que no es cualquier tipo de persecución… to be haunted es otra cosa —Ser
perseguido es, definitivamente, más liviano—. No se siente como este agujereo
constante a nivel ontológico que se presenta sobre todo con los silencios entre
cada una de las cosas que se logran reconocer. Odio haberme resignado a que
esto siempre será del mismo modo, que lo que se entiende como una maldición, no
es más que aquellas cosas con las que se siente una atracción irresistible y
que vuelve desde fuera como una inminencia acechante. Odio saber que en
realidad esto que nombro como resignación en realidad sea parte de mi deseo, que
este ceder a ello no implique solo ser doblegada, sino otorgar una parte de mí
—mi voraz curiosidad— al mundo.
No siempre se
trata de un qué, no siempre se lo puede disfrazar de tal cosa. Porque en
esos momentos en los que consigo escuchar el silencio, entiendo con todo el
cuerpo que se trata de un cómo ese cuánto aparece. Será por eso
que todo pueda resumirse en ese esfuerzo imposible de dar caza a lo que insiste.
Odio to be haunted por la misma cosa siempre, y eso me hace enojar como
cuando tenía que estudiar a Freud hablando sobre la neurosis obsesiva. Solo que
ahora estoy vieja y sé que la curiosidad no mata al gato, sino que —como nos
enseña el ensayo de Schrödinger— se encuentra vivo y muerto al mismo tiempo, agujereando este pequeño
espacio de la mente que llamamos el mundo, retornando desde fuera agitando lo
más intimo e interior al mismo tiempo.
16.7.22
Confabulación
Ilustración: Aleksandra Waliszewska
A Alejandra Pizarnik
Desnuda soy en mi cuerpo
una muñeca de huesos de pájaro,
ciegamente mía.
A media noche me habían prometido
un silencio, pero tus ojos están más lejos
que el espacio lleno de gritos del poema,
pues yo escribiendo he perdido.
Cómo desearía matarte.
Sueño que escuchas cerca de ti
mi condenación, palabra por palabra
de este memorial fantasma.
Ya nada será tuyo, ni tu deseo,
un ir hacia no hay dónde,
toda la noche haciendo la noche.
Cómo desearía matarte.
Aprendo que estás más como un árbol,
por toda la noche huyo al suicidio del nacimiento,
y escribo cuchillo alzado en la oscuridad.
Horror de encontrarte en mis poemas y sus gritos,
cuando yo me había prometido al silencio.
Cómo desearía matarte.
Tu nombre es la enfermedad de todas las cosas.
14.6.22
MALAS LENGUAS*
Hola odiador@s compulsiv@s, fundamentalistas preventiv@s, obtus@s empedernid@s. En resumidas cuentas: representantes sin beneficio alguno del conservadurismo. Les vengo a hablar de algo que les rompe muchísimo las pelotas —a los portadores de dichas gónadas— o que les hiere algún lugar de su estética lingüística: el lenguaje inclusivo y el no binario. Que no, no son lo mismo.
Nuestro idioma, el español o castellano (acá díganle como gusten, porque según la
gente que realmente sabe de esto, da lo mismo y como todo en lo que respecta a
lenguas, no deja de ser posicionamiento político), es una lenga binaria.
Y solo algunas palabras como: «esto», «ello», «eso», «lo», son neutras. El problema es que muchas
palabras que señalan colectivos son masculinas, invisibilizando incluso las
identidades de género femeninas, reforzando así el falso universal del sistema
patriarcal. Pero no porque la lengua sea machista o patriarcal, sino porque el
uso del lenguaje es político, y las estabilizaciones de las lenguas son actos
políticos también.
Un buen modo de deshacernos de este problema es utilizar LENGUAJE
INCLUSIVO, que ya contiene nuestra lengua, como por ejemplo el llamado desdoblamiento:
nombrar forma masculina y femenina de las palabras. Pero esto no visibiliza a
otras identidades no binarias. Así como tampoco lo hace la utilización del @,
dado que solo incluye lo femenino y lo masculino —y que además tiene el problema
es que no es posible pronunciarlo en voz alta—. En conclusión, ambas variantes
no escapan al binarismo de nuestro idioma.
DIFERENCIA, la madre de todas las revoluciones.
LENGUAJE NO BINARIO.
Arranquemos por hacer ciertas definiciones técnicas, teóricas y por
supuesto políticas. No es lo mismo el género gramatical, el sistema sexo-genérico
y la identidad de género (el género como identidad).
El género gramatical es una clasificación que tienen algunas lenguas
para determinadas palabras como los sustantivos, adjetivos, y quizás lo que más
notorio se hace en los pronombres personales referidos al sujeto.
El sistema sexo-genérico, es el concepto que visibiliza que lo que
antes se entendía como una “diferencia biológica”, no deja de ser marco interpretativo
cultural históricamente situado. Y no, con esto no estamos diciendo que el
cuerpo no existe y solo somos significantes. Lo que se señala es que ni las expresiones
cromosómicas, ni los dosajes hormonales, ni la expresión fenotípica (cómo se
desarrollaran las genitalidades) dicen nada del supuesto “dimorfismo sexual” osea,
la existencia de un binarismo sexual: hombre/ mujer. La prueba “biológica” más
dura y evidente de que no hay solo dos sexos, es la existencia de las personas
intersexuales: que presentan “discrepancia” entre su sexo cromosómico, su dosaje
hormonal y/o su genitalidad.
Finalmente, la identidad de género, es algo que cada sujeto
construye según su autopercepción, que no necesariamente se fija en algún marcador
identitario de modo definitivo, y que puede corresponder o no a lo conocido
como “femenino”, “masculino”, “trava/ trans” o no querer anclarse en algo, siendo
así alguna de todas las formas que puede tomar lo “fluido” o “no binario”. Estas
existencias no son un invento “progre” o de las feministas o una “ideología de
género”. Existen y existieron desde la antigüedad comunidades que reconocen un
tercer género o incluso identidades no ancladas a ningún género especifico en
todas partes del mundo. Que en nuestra cultura occidental judeo-cristiana
colonizada/ colonizadora, nos manejemos minorizando y constituyendo como anomalías,
colectivos completos de personas, no tiene nada que ver con la “realidad
objetiva” actual o histórica.
Y para estas personas de las que no se habla ni piensa, por los diferentes
mecanismos de opresión del sistema cis-hetero patriarcal, el colonialismo y el
capitalismo; es que se elige utilizar el llamado lenguaje neutro o no binario,
señalado con la terminación -E, o la utilización de la X. El problema de esta
última es que no es pronunciable por las personas ni por los dispositivos de
lectura de pantalla que permiten accesibilidad a quienes, por algún motivo, no
pueden leer. Es por eso que la terminación en -E está siendo la más operativa a
nivel lingüístico. Y no, si se utiliza debidamente, no “deforma” el lenguaje. A
lo sumo se tratará de un tema de acostumbrarse a cualquier cambio de nuestra
legua. Imagínense que dejar «fermoso» para decir y escribir «hermoso»
debe haber sido bastante chocante, también… pero el idioma no desapareció, acá
seguimos les hablantes de esta variedad llena de préstamos lingüísticos, “deformaciones”
y alteraciones que en algún momento se nominó castellano/ español.
Y ¿Cómo funciona entonces? Simple: se agrega un nuevo género
Femenino: ella (la hija) -A / Masculino: él (el hijo) -O / Neutro: elle (le
hije) -E
El problema es que muchas veces género gramatical y género sociocultural
no coinciden. Por ejemplo: «(la) persona». Gramaticalmente es una palabra de género femenino,
pero socioculturalmente su género es neutro (es una palabra epicena). Por eso
no se puede decir: «la persona es alte».
Pero en el caso de otras palabras epicenas, si utilizamos lenguaje no binario
tenemos que decir, por ejemplo: «les artistas». Dado que es una palabra con género
gramatical masculino, por tanto, invisibiliza identidades de género no
binarias, allí es que nos servimos del tercer género.
En el caso de las palabras que tienen versión
femenina y masculina: debemos
pensar cuál es la raíz de dicha palabra. Por ejemplo: «actor» / «actriz» → son palabras derivadas de «actoral», por tanto, la modificación se deduce de
ello y tenemos la palabra «actore» para denominar personas no
binarias que se dediquen a actuar.
Si no comparten raíz, como «madre» / «padre» o «nuera» / «yerno» … ahí hay que aplicar la creatividad: «xadre/s», o «adre/s». Aunque también nos queda el recurso del parafraseo,
por ejemplo: «le novie de mi hija/o/e».
Para el lenguaje en traducciones o lenguaje formal, se utiliza lo que le lingüista Artemis
López (@queerterpreter) denomina lenguaje no binario indirecto: evitar
todas las manifestaciones de género eligiendo palabras epicenas o cambiando la
estructura de la frase: expresiones como «¿Estás ansiosa?», por ejemplo, se reemplazan por «¿sentís/
siente ansiedad?». O también
podemos utilizar las denominadas palabras epicenas: que tienen género
gramatical, pero que incluyen otras identidades de género. Estas palabras
pueden ser estrategia tanto del lenguaje inclusivo y del no binario. Pero OJO,
porque pueden incluir algún género gramatical si están acompañadas por algún adjetivo
o artículo marcado. Por ejemplo, para el no binario, se puede decir: «Mi
aprendiz está feliz», pero no:
«Mi aprendiz está contenta».
PARA FUNDAMENTALISTAS DE LA LEGALIDAD Y SUS PEROS
La ONU plantea que deben evitarse todas las formas del lenguaje que sean
discriminatorias, visibilizar el género cuando la situación comunicativa lo
amerita y no hacerlo cuando no lo exija.
En Argentina tenemos la Ley de Identidad de Género
N° 26.743 que establece
que el respeto a la identidad autopercibida de las personas es un derecho, a su
libre desarrollo dentro de esa identidad y a ser tratada conforme a esta y en
particular a ser identificada de este modo en los instrumentos que acreditan su
identidad (y el lenguaje utilizado para referirse a esas personas no es una excepción).
Y la Ley 26.485 para la Protección Integral, Prevención, Sanción y Erradicación
de la Violencia Contra las Mujeres. Ley que permite pensar cómo la violencia
machista y patriarcal no es algo que solo padecemos las mujeres, sino todas
aquellas identidades que son feminizadas: puestas en un lugar de
inferioridad y que, por salirse de los lugares asignados dentro del sistema,
pueden (y deben) ser violentadas para restituir el orden hegemónico. Y uno de
los tipos de violencia que se emplea para ello es la violencia simbólica, cuyo
vehículo principal es la lengua (el idioma) y los modos de nombrar o no hacerlo
—porque las cosas si no se nombran, no existen—.
La RAE, tampoco se opone al uso del lenguaje no binario. En 2021, desde su cuenta
oficial de Twitter, frente a una consulta sobre una traducción donde su texto
original está utilizando el género neutro, publicaron que “son los traductores los
que deben tomar las decisiones que consideren oportunas en cada caso”. Y en otra
publicación sugería que se tratara a las personas no binarias como desearan y
manifestaran ser tratadas.
Así que ya saben, esta discusión que lejos de ser un tema de
lingüística abstracta (como si realmente tal cosa existiera), es un tema
profundamente político. Porque como ya expresé en otra oportunidad, los errores
no son gramaticales, acá se trata de errores de integridad (política). Y si
bien es cierto que las palabras no están antes de los actos; las palabras se
recortan de los sucesivos hechos históricos, hitos, para ser más
específica; no creamos que las palabras no moldean cuerpos en acción.
La lengua tiene un uso, que es
multívoco, equívoco, hasta en el nivel de análisis en el que esto se supone
“está todo bajo control”: la semántica. Ya lo decía de Saussure hace un siglo,
las cosas que uno habla se van corriendo de lugar: los significantes corren
significados, o viceversa. Pero volvamos mejor al nivel pragmático del
lenguaje. La pragmática, necesariamente es un terreno político. Aquí no estamos
hablando de una mera sustitución de letras, es mucho más que eso: estamos
hablando de reconocer la existencia de otras identidades que escapan al
binarismo de nuestro idioma. Que ya vemos que no es natural a la lengua, sino
que es como todas las cosas, el decantado de las construcciones que se fueron
dando en las relaciones de poder. El androcentrismo, la visión machista y
patriarcal, el capitalismo y el colonialismo. El error de integridad política
se comente cuando en nombre la supuesta pureza del lenguaje, como si fuera algo
inofensivo, cometemos violencia simbólica. Porque la lengua es una cuestión de
género. Y muchos problemas se solucionarían si pudiéramos bancarnos que la
lengua es más que un código abstractactamente pautado que se aprende en el
proceso de devenir “humano”.
La lengua la hablan las personas,
y las personas son históricas: están atravesadas por el lenguaje y las
prácticas que lo producen y reproducen; y son sociales: ocupan un lugar en el
sistema de producción y reproducción del capital, el colonialismo y el
patriarcado; y son culturales: usan lo simbólico que se desprende de sus
prácticas para reforzarlas o romperlas y correrse… correrse… correrse. No hay
nada más trágico que una pretendida posición de inteligencia que solo encubre
ignorancia y negacionismo. Cualquiera que sea hablante fluido del español
rioplatense sabe cuándo el neutro está mal empleado o no. Por favor, basta.
*Esta nota está construida en base
al video de Linguriosa, e intenta suplementar profundizando con otras herramientas
lo que allí se plantea. Casi todos
los ejemplos lingüísticos fueron extraídos de allí. Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=SBD26JpgPts
9.1.20
HP❤CRAFT
Me advertiste de la corriente
que se arma en tu escalera
―No sea que se te enfríe el pechito―
de la noche anterior,
hiciste observaciones reconfortantes
sobre que no tendría que pescar
―No sea que te angusties un poco―
un taxi en la calle tenebrosa
a altas horas de la madrugada.
Te regalé el silencio sobrio
de una media sonrisa
que pasó desapercibida,
así como cuando no oíste
el sueño que te regale en la mañana:
―Un monstruo verde
con cara como de esas máscaras
feroces chinas, se descolgaba
del techo para atacarme
y yo lo recibía de brazos abiertos
presta a llenar las manos
con puñados de plumas
y carnes magras―,
así como no viste en mí a la mujer
pequeña de solerita con el comic
del Neonomicon de Burrows y Moore
bajo el brazo, caminando a las 7 por 71
yendo a tomar el TALP mientras pensaba
en la escena de Men In Black donde
―entre tanto esperpento del bajo―
la única figurita acribillada
era la niña que cargaba los libros
de física y matemáticas.
19.11.19
La épica del vengador
Fui a ver The Jocker hace poco pero hace un tiempo ya. Muchas cosas se han dicho ya de esta película, pero me gustaría poder compartir algunas ideas que me quedaron resonando. Voy a empezar por destacar lo más obvio, pero no menos importante: