23.1.13

Para-caídas




Sientate a ver el día,
mirá que gusto da ver el rayo justo
donde empieza la avenida.
Descalzate en el aire 
para ir
L.A.S. 


Y ver lo espantado que sale a escapar de su propio cuerpo otra vez; otro más… Haciendo “como sí”, que es un decir; lo está haciendo deliberadamente: se ausenta en presencia y carga las tintas de lo que está mal en el que tiene más cerca. Lo veo y se por qué. Lo supe desde siempre, que es lo mismo que decir nunca, otra vez.
Y saber cómo se aprende silenciosamente el protocolo exacto de la ausencia, para no tener que llorar después, y repetirlo sin darse cuenta. Porque quién quiere admitir que el amor es perdida. Nadie con dos dedos de frente, con un poco de criterio de cómo se sobrevive en este mundo gris y de chiquitajes, estaría dispuesto a tamaña estupidez. Si esta vida se supone que debe ser plus. No se sabe bien de qué, pero plus-plus-plus. Plus. Please. Plus…
Y siento odio cuando, y a pesar de todo: a pesar de tener que admitirme a mí -porque existo y acá estoy plantada con mi metro sesenta de humanidad-, me dicen que tengo que estar contenta y sonreír. Y ser hermosa y perfecta y aparecer como si fuese mi cumpleaños. O peor, mi fiesta de quince, mi graduación y casamiento juntos. Y tener que apretar los dientes y cerrar la boca. Cerrarla para que no entren las moscas de la carne podrida ajena. Porque yo no quise fiesta de quince, ni me importó la graduación de nada, y mucho menos me querré casar.
La gente no vive equivocada: vive mirando la vida de lo que se supone es de los otros. Atados a los Mandamientos: los Antiguos, los Nuevos y los de la respectiva madre que los parió… y de su padre también, por qué no. La gente habla y cree que sabe a qué se refiere cuando dice lo que dice. Y en realidad no tiene ni la más mínima idea de lo que está creando alrededor cada vez que abre la boca.
Cree que se deprime, o que se aburre porque las cosas no son como antes, o como creía que iban a ser… o lo que es peor: porque cree que cambió. La gente desespera por buscar algo que le llene sus días y sus noches y sus pensamientos. Busca algo que cree que merece como si de un Derecho Natural se tratase. Como si el hueco que dice que siente, que vagamente intuye o que ni se imagina que es lo que le molesta, fuera responsabilidad de-los-otros.
La gente confunde cobardía con egoísmo y ansiedad todo el tiempo. Y eso a mí me cansa, me cansa y me entristece. Son las cosas que me hacen envejecer. No quejarme y putear todo el tiempo por alguna de las miles de injusticias de este mundo de mierda y la madre que me recontra parió a mí y a todos los pobres infelices que nacimos para que venga otro y se lleve lo que es nuestro. Y nos quiera convencer de cosas tan baldías como “la felicidad”, “el éxito”, “la juventud”.
La gente confunde cobardía con ansiedad y egoísmo todo el tiempo y a mí se me hace un nudo en la garganta y no me dan ganas de comer ni de dormir. La cobardía es otra cosa, nada tiene que ver con la sensación de que algo nos va a aniquilar en cualquier momento, o que no recibimos el amor y la atención que merecíamos, entonces a la mierda los demás yo que puedo y cuando puedo me salvo. La cobardía es otra cosa, no es la degradación a la que estamos tan acostumbrados a que nos digan que es.
Si hay algo en este mundo capaz de obligarnos a dejar de mirarnos el ombligo, crecer, madurar, curarnos la neurosis, o como quieran decirle, es la cobardía. Sólo el miedo absoluto y definitivo que nos da la certeza de que la pérdida es inevitable, es lo que nos deja en la única encrucijada valida: seguir siendo unos reverendos idiotas o atrevernos a vivir nuestras vidas hasta que se terminen. El problema y la respuesta al mismo son muy simples. Aunque nos lleve el resto denuestros días terminar la ecuación.
Y eso  es lo único que conozco que puede garantizarnos conocer el verdadero amor, que es algo que por suerte, jamás podemos elegir.

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