20.12.08

::: La revista menos vista :::


Editorial

Ruido

por Sebastián Lalaurette


Ah, el ruido. Esa cosa conceptualmente escurridiza, psicológicamente perturbadora, molesta y necesaria a la vez; esa ruptura de la linealidad del discurso o de la música o de la conciencia, esa alteración más o menos irreductible que nos obliga a decidir qué hacer con ella. El ruido. Un tema ideal para este segundo número de Sismo Trapisonda, una revista cuyo avieso propósito es romper con la rutina de los platenses, aparecer de improviso en medio de la vida cotidiana, sacudir la modorra de la ciudad. Hacer un poco de ruido, en fin.

No fue intencional, pero es muy llamativo, que los ejes temáticos de los dos primeros números de Sismo Trapisonda reflejen de alguna manera las correspondientes etapas del devenir de la revista. En el editorial del número uno, dedicado a los agujeros, hablábamos de lo remanido de inaugurar una revista haciendo referencia a la apertura de un "nuevo espacio" de comunicación pero decíamos también que, por su forma de aparición y distribución (azarosa, imprevisible, casi inasible), nuestra revista estaba "hendiendo la rutina del caminante para meterle algo interesante en la grieta". Y ahora que salimos otra vez, ahora que hemos estado sonando un poco (con reacciones de lectores y autores, un artículo en la prensa y comentarios en blogs), le dedicamos este segundo número al ruido. Lo dicho: no fue intencional, pero vale.

Vos te estarás preguntando, querido lector o querida lectora, qué es exactamente esto que tenés entre manos y que ya fue lanzado sobre la desprevenida ciudad por segunda vez. Sismo Trapisonda es una revista literaria, pero también es una intervención urbana: su distribución no es un acto de comercio (no se vende) ni de comunicación masiva (no está en la Web), sino un bombardeo artístico sobre La Plata, una búsqueda del encuentro fortuito con un lector cualquiera, en este caso vos. Desperdigamos sólo cien CDs por las calles, plazas y veredas platenses, así que si uno llegó a tus manos, disfrutá de ese golpe de fortuna: queremos reproducir algo que existía antes de la llegada de Internet pero ahora está en extinción, ese encuentro íntimo con la obra de quien sabe que lo que acaba de encontrarse (en este caso una revista, pero también puede ser un disco viejo, un libro usado, un anillo perdido y muy bello) es muy difícil de encontrar y por eso mismo especial.

¿Y sabés qué? Nos gustaría enterarnos de cómo fue ese encuentro. ¿Dónde hallaste el CD? ¿Lo agarraste de una o seguiste de largo y después lo pensaste mejor? ¿Tuviste miedo de que tuviera virus? (No tiene.) ¿Pensaste que se trataba de un CD de música? ¿Que era una broma? ¿Llegaste antes que otro que también lo iba a agarrar? Contanos. Nos da muchíiiisima curiosidad. También nos gustaría saber qué te parece la revista. Qué pensás de la idea, por ejemplo, o de este número en sí: ¿algún texto te pareció especialmente bueno?, ¿te quedaste prendado de alguna imagen?, ¿te parece que Sismo Trapisonda podría mejorarse en algún aspecto? Para contarnos cómo fue lo tuyo, para opinar sobre el contenido de la revista, para criticar, para tirar ideas, y para lo que se te ocurra, escribinos a info@sismotrapisonda.com.ar.

Hay muchas maneras de abordar el concepto de ruido. Vivimos, después de todo, inmersos en él: es una especie de corolario de esta era de la información que hace rato ha entrado en el paroxismo. Cuando algo es parte de nuestro ambiente podemos distinguir todas sus inflexiones y matices, como los esquimales con la nieve. El ruido es el sonido de fondo de nuestras vidas, algo parecido a un estado artificial de naturaleza, si se me permite el oximoron: en cada movimiento pulmonar aspiramos no sólo aire sino también voces, tránsito, ambigüedades, televisión, el sonido de la heladera, pasos, tareas inconclusas, marcas, goznes, carraspeos, pájaros, canillas, publicidades, tropezones, música, ventiladores, relojes y siguen las firmas.

Muchas maneras, decíamos, hay de aproximarse al ruido, y los autores convocados para esta edición han elegido algunas muy interesantes. Veamos.

Rigo Quesada puntualiza el carácter subjetivo de la misma noción de ruido, en tanto que Griselda Collazos arremete con un catálogo que juega con esa misma ambivalencia y sobre el final se vuelve dramáticamente narrativo (una maravillosa manera de aprehender el concepto, algo que ya había hecho con los agujeros en el número anterior). Griselda también aporta un cuento que hace pie en cierta forma de trágica convivencia. Carlos Barbarito, un escritor a quien tal vez conozcas porque ha ganado pila de premios y publica regularmente en papel y en la Red, esboza no una, sino cinco miradas: nos habla de las diferentes capas que constituyen el ruido y que tanto el oído como la mente pugnan por desentrañar, de la incertidumbre de ser incapaz de captar lo esencial tras el barullo, de la aparición acuosa del pasado bajo el estruendo de una tormenta, de lo ruidoso que puede ser el silencio, del estado del mundo como producto de una suerte de explosión.

Verónica Rodríguez es una autora "reincidente": vuelve a aportar un texto tras su contundente poema publicado en el número anterior, dedicado a los agujeros. Esta vez nos muestra la sonoridad del silencio tras el crash, la violencia, la ruptura. Greta también vuelve, y por duplicado: en un brevísimo texto poético subvierte un refrán de filiación shakespeareana, y en el otro, narrativo, da cuenta de la forma en que una ausencia magnifica el fondo sonoro de la vida, algo que también hace Marina Fontán, en su caso en verso. Hay un tercer retorno: el de José María Pallaoro, que escribe sobre una de esas escalofriantes situaciones en que no hay que hacer ruido por nada del mundo, porque la pasión va inextricablemente unida al peligro. Aunque lo que más resuena en su poema es una frase no dicha, pero tristemente perceptible: El silencio es salud. Vaya si aprendimos a callar, al igual que el protagonista del texto.

Coneus es un autor prácticamente inédito que, caso extraño, sólo ha publicado poemas en dos formas de intervención urbana: las "colgadas de poesía" platenses y esta revista. El material que nos aporta es breve pero intenso: un poema de tres partes que en las dos primeras se acerca al haiku, a Raymond Carver, a Fabián Casas, y en la última se juega por una visión más personal y más interesante. El caso de Dulce Pallero, que además de escritora es cantante, es totalmente otra cosa: ella se apoya en la fragmentación de los versos como instrumento del ritmo y en la música, no ya de las palabras, sino de las propias letras, para delinear una especie de impronta psíquica, la huella del sonido en los ojos y en la mente.

Dos narradoras optaron por hablar de la exasperación producida por la saturación de sonidos y palabras y de la necesidad de aislarse para mantener la cordura. Las pinceladas son muy diferentes, pero en ambos casos han producido textos de gran potencia. Son los de Mariela Ghenadenik, una joven escritora que viene pegando fuerte últimamente, y Aletsé, que desde México se suma a esta cosa rara que es Sismo Trapisonda. Yo, por mi parte, quise sugerir un paralelo entre las explosiones sonoras del rock desbocado y los silencios en medio de una conversación entre gente que no se escucha realmente.

No podemos dejar de referirnos a las excelentes ilustraciones que acompañan a los textos. Griselda, que ya había ilustrado bellamente algunos textos del primer número de la revista, vuelve con un collage que se ganó la tapa de este segundo número; otro de sus trabajos acompaña a uno de los relatos. Pero hay más, mucho más. A las producciones de Altamira, un dibujante ya reconocido y con experiencia en distintos medios y técnicas, se suman los trabajos en carboncillo de Malthusea y las fotografías de María Luz Grioni y de una jovencísima María Virginia Costa. Son nombres que, podría apostarlo, van a empezar a sonar más seguido (¿a hacer ruido, diríamos?) en los próximos años: los invito a visitar sus respectivos blogs y galerías de imágenes. El resto de las ilustraciones, incluida la que encabeza este editorial, pertenecen a dibujantes y fotógrafos de distintas partes del mundo que, generosamente, decidieron permitir la difusión de su trabajo con la única exigencia de que se lo reconozcamos con toda claridad, lo que obviamente hacemos, a través de links a sus páginas en Internet.

Tratándose de ruido, no podían faltar tampoco elementos sonoros y audiovisuales que se acercaran al concepto. Este número de Sismo Trapisonda incluye una pieza musical de Hernán C Barrón y dos videos producidos especialmente para la revista por Carlos Aprea, poeta que ya había aportado un texto a las páginas del primer número. Hernán muestra cómo el ruido puede integrarse en la armonía musical, cómo hasta la perturbación puede jugar en medio de la simetría (lo que llama un "ruido controlado"); Carlos nos muestra hasta qué punto vivimos inmersos en la interferencia, nos aconseja abstraernos por un rato del ruido ambiente y descubrir nuestro "paisaje sonoro".

En fin, hay material de calidad para tirar al techo. Estamos seguros de que vas a pasar un buen rato con esta revista que, por un golpe de buena fortuna, llegó a tus manos.

Ya sabés: escribinos a info@sismotrapisonda.com.ar para decirnos lo que tengas que decir. ¡Ah!, y si te parece que podrías llegar a colaborar con algún texto, ilustración, pieza musical o incluso video, por supuesto que estaremos encantados de recibir y evaluar tu material. (Algunos de los artistas que aparecen en este número se acercaron a nosotros copados por la idea.) Leete las Preguntas & Respuestas y animate a mandar lo tuyo a colaboraciones@sismotrapisonda.com.ar. El tema del tercer número será "Andar".

Te dejo con los talentosos artistas que hicieron este número de la revista menos vista. ¡Buena jornada!

18.12.08

UNA COSA LINDA


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