2.9.22

Alguien ha matado algo


Imagen: Obra de Nicola Constantino.

Es extranjero, es psicótico, es nazi… es otro. Es ajeno, es algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros. Y, sin embargo, alguien ha matado algo.

Gatillan dos veces a la cabeza de la vicepresidenta de la Nación, a centímetros de su cara, frente a todos, en la vereda de su casa.
Fue un auto atentado, es un arma falsa, es un pedazo de fierro cortado… es otra cosa lo que pasa. Es ajeno, algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros.
Declaraciones banales de representantes de la democracia en redes sociales, minimizando un intento de magnicidio, desplazando el punto de la cuestión —cuando ya no es posible renegarlo—, la ausencia de repudio orgánico: estruendoso silencio. Y, sin embargo, alguien ha matado algo.

Un acto de violencia individual, no amerita un paro nacional. Ustedes, ustedes soltaron al loco… la culpa es de el de más acá. Es ajena, algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros.

Hace meses el odio, la banalización del mal, es lo que circula y lo que compone las vías regias de los discursos que se plasman en las superficies de los dispositivos del tejido social. Violencia mediática, política, económica, social. Discurso de odio no es solo el de los medios de comunicación contra “figuras públicas”, representantes de las instituciones democráticas. Discursos de odio también son todas las políticas que nos llevan hasta acá: un intento de magnicidio, represiones policiales a la sociedad civil, femicidios, travesticidios, desaparición de personas, apremios ilegales, ecocidios, racismo, estigmatización de la locura, patologización de los delitos contra las comunidades.

Una gran representación gráfica de la noción de trauma. Lo ajeno, eso que se rechaza dentro de sí. El verdadero sinsentido, es lo más íntimo de todos nosotros. Nadie nace solo, nadie vive solo, nadie muere solo… y definitivamente nadie mata en soledad.
Anoche asistimos —en loop frenético, en todas las pantallas de televisión— a la catástrofe de entender que, aunque no haya pasado “nada mucho peor”: alguien, igual, ha matado algo.

5.8.22

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Despertar con una melodía en la cabeza y que toda tu mañana se encuentre ominosamente relacionada con esa canción: forma y contenido, contenido y forma; que no es la letra y la música, la música y la letra, porque así no funciona ningún texto. Porque casi todo lo que pasa puedo pensarlo como un texto. Escuchar, mientras espero un turno que se demora, un análisis sobre Hallelujah de Cohen: su progresión de acordes —cómo se sienten en el cuerpo los mayores, menores y disminuidos… como si algo de todo eso fuera natural— y la letra. Que antes y después de ese “recreo” me obliguen a pensar en el amor para mostrar posibles claves de lectura a la otra persona con la que se trabaja.

Odio que las cosas me persigan, odio que no tengamos una palabra en español para expresar que no es cualquier tipo de persecución… to be haunted es otra cosa —Ser perseguido es, definitivamente, más liviano—. No se siente como este agujereo constante a nivel ontológico que se presenta sobre todo con los silencios entre cada una de las cosas que se logran reconocer. Odio haberme resignado a que esto siempre será del mismo modo, que lo que se entiende como una maldición, no es más que aquellas cosas con las que se siente una atracción irresistible y que vuelve desde fuera como una inminencia acechante. Odio saber que en realidad esto que nombro como resignación en realidad sea parte de mi deseo, que este ceder a ello no implique solo ser doblegada, sino otorgar una parte de mí —mi voraz curiosidad— al mundo.

No siempre se trata de un qué, no siempre se lo puede disfrazar de tal cosa. Porque en esos momentos en los que consigo escuchar el silencio, entiendo con todo el cuerpo que se trata de un cómo ese cuánto aparece. Será por eso que todo pueda resumirse en ese esfuerzo imposible de dar caza a lo que insiste. Odio to be haunted por la misma cosa siempre, y eso me hace enojar como cuando tenía que estudiar a Freud hablando sobre la neurosis obsesiva. Solo que ahora estoy vieja y sé que la curiosidad no mata al gato, sino que —como nos enseña el ensayo de Schrödinger— se encuentra vivo y muerto al mismo tiempo, agujereando este pequeño espacio de la mente que llamamos el mundo, retornando desde fuera agitando lo más intimo e interior al mismo tiempo.


Ilustración: Alexandra Waliszewska

16.7.22

Confabulación

 

Ilustración: Aleksandra Waliszewska



A Alejandra Pizarnik

 

Desnuda soy en mi cuerpo

una muñeca de huesos de pájaro,

ciegamente mía.

A media noche me habían prometido

un silencio, pero tus ojos están más lejos

que el espacio lleno de gritos del poema,

pues yo escribiendo he perdido.

Cómo desearía matarte.

Sueño que escuchas cerca de ti

mi condenación, palabra por palabra

de este memorial fantasma.

Ya nada será tuyo, ni tu deseo,

un ir hacia no hay dónde,

toda la noche haciendo la noche.

Cómo desearía matarte.

Aprendo que estás más como un árbol,

por toda la noche huyo al suicidio del nacimiento,

y escribo cuchillo alzado en la oscuridad.

Horror de encontrarte en mis poemas y sus gritos,

cuando yo me había prometido al silencio.

Cómo desearía matarte.

 

Tu nombre es la enfermedad de todas las cosas.


14.6.22

MALAS LENGUAS*


Ilustración: Apollonia Sainticaire


Hola odiador@s compulsiv@s, fundamentalistas preventiv@s, obtus@s empedernid@s. En resumidas cuentas: representantes sin beneficio alguno del conservadurismo. Les vengo a hablar de algo que les rompe muchísimo las pelotas —a los portadores de dichas gónadas— o que les hiere algún lugar de su estética lingüística: el lenguaje inclusivo y el no binario. Que no, no son lo mismo.

Nuestro idioma, el español o castellano (acá díganle como gusten, porque según la gente que realmente sabe de esto, da lo mismo y como todo en lo que respecta a lenguas, no deja de ser posicionamiento político), es una lenga binaria. Y solo algunas palabras como: «esto», «ello», «eso», «lo», son neutras. El problema es que muchas palabras que señalan colectivos son masculinas, invisibilizando incluso las identidades de género femeninas, reforzando así el falso universal del sistema patriarcal. Pero no porque la lengua sea machista o patriarcal, sino porque el uso del lenguaje es político, y las estabilizaciones de las lenguas son actos políticos también.

Un buen modo de deshacernos de este problema es utilizar LENGUAJE INCLUSIVO, que ya contiene nuestra lengua, como por ejemplo el llamado desdoblamiento: nombrar forma masculina y femenina de las palabras. Pero esto no visibiliza a otras identidades no binarias. Así como tampoco lo hace la utilización del @, dado que solo incluye lo femenino y lo masculino —y que además tiene el problema es que no es posible pronunciarlo en voz alta—. En conclusión, ambas variantes no escapan al binarismo de nuestro idioma.

 

DIFERENCIA, la madre de todas las revoluciones. LENGUAJE NO BINARIO.

Arranquemos por hacer ciertas definiciones técnicas, teóricas y por supuesto políticas. No es lo mismo el género gramatical, el sistema sexo-genérico y la identidad de género (el género como identidad).

El género gramatical es una clasificación que tienen algunas lenguas para determinadas palabras como los sustantivos, adjetivos, y quizás lo que más notorio se hace en los pronombres personales referidos al sujeto.

El sistema sexo-genérico, es el concepto que visibiliza que lo que antes se entendía como una “diferencia biológica”, no deja de ser marco interpretativo cultural históricamente situado. Y no, con esto no estamos diciendo que el cuerpo no existe y solo somos significantes. Lo que se señala es que ni las expresiones cromosómicas, ni los dosajes hormonales, ni la expresión fenotípica (cómo se desarrollaran las genitalidades) dicen nada del supuesto “dimorfismo sexual” osea, la existencia de un binarismo sexual: hombre/ mujer. La prueba “biológica” más dura y evidente de que no hay solo dos sexos, es la existencia de las personas intersexuales: que presentan “discrepancia” entre su sexo cromosómico, su dosaje hormonal y/o su genitalidad.

Finalmente, la identidad de género, es algo que cada sujeto construye según su autopercepción, que no necesariamente se fija en algún marcador identitario de modo definitivo, y que puede corresponder o no a lo conocido como “femenino”, “masculino”, “trava/ trans” o no querer anclarse en algo, siendo así alguna de todas las formas que puede tomar lo “fluido” o “no binario”. Estas existencias no son un invento “progre” o de las feministas o una “ideología de género”. Existen y existieron desde la antigüedad comunidades que reconocen un tercer género o incluso identidades no ancladas a ningún género especifico en todas partes del mundo. Que en nuestra cultura occidental judeo-cristiana colonizada/ colonizadora, nos manejemos minorizando y constituyendo como anomalías, colectivos completos de personas, no tiene nada que ver con la “realidad objetiva” actual o histórica.

Y para estas personas de las que no se habla ni piensa, por los diferentes mecanismos de opresión del sistema cis-hetero patriarcal, el colonialismo y el capitalismo; es que se elige utilizar el llamado lenguaje neutro o no binario, señalado con la terminación -E, o la utilización de la X. El problema de esta última es que no es pronunciable por las personas ni por los dispositivos de lectura de pantalla que permiten accesibilidad a quienes, por algún motivo, no pueden leer. Es por eso que la terminación en -E está siendo la más operativa a nivel lingüístico. Y no, si se utiliza debidamente, no “deforma” el lenguaje. A lo sumo se tratará de un tema de acostumbrarse a cualquier cambio de nuestra legua. Imagínense que dejar «fermoso» para decir y escribir «hermoso» debe haber sido bastante chocante, también… pero el idioma no desapareció, acá seguimos les hablantes de esta variedad llena de préstamos lingüísticos, “deformaciones” y alteraciones que en algún momento se nominó castellano/ español.

Y ¿Cómo funciona entonces? Simple: se agrega un nuevo género

Femenino: ella (la hija) -A / Masculino: él (el hijo) -O / Neutro: elle (le hije) -E

El problema es que muchas veces género gramatical y género sociocultural no coinciden. Por ejemplo: «(la) persona». Gramaticalmente es una palabra de género femenino, pero socioculturalmente su género es neutro (es una palabra epicena). Por eso no se puede decir: «la persona es alte».

Pero en el caso de otras palabras epicenas, si utilizamos lenguaje no binario tenemos que decir, por ejemplo: «les artistas». Dado que es una palabra con género gramatical masculino, por tanto, invisibiliza identidades de género no binarias, allí es que nos servimos del tercer género.

En el caso de las palabras que tienen versión femenina y masculina: debemos pensar cuál es la raíz de dicha palabra. Por ejemplo: «actor» / «actriz» son palabras derivadas de «actoral», por tanto, la modificación se deduce de ello y tenemos la palabra «actore» para denominar personas no binarias que se dediquen a actuar.

Si no comparten raíz, como «madre» / «padre» o «nuera» / «yerno» … ahí hay que aplicar la creatividad: «xadre/s», o «adre/s». Aunque también nos queda el recurso del parafraseo, por ejemplo: «le novie de mi hija/o/e».

Para el lenguaje en traducciones o lenguaje formal, se utiliza lo que le lingüista Artemis López (@queerterpreter) denomina lenguaje no binario indirecto: evitar todas las manifestaciones de género eligiendo palabras epicenas o cambiando la estructura de la frase: expresiones como «¿Estás ansiosa?», por ejemplo, se reemplazan por «¿sentís/ siente ansiedad?». O también podemos utilizar las denominadas palabras epicenas: que tienen género gramatical, pero que incluyen otras identidades de género. Estas palabras pueden ser estrategia tanto del lenguaje inclusivo y del no binario. Pero OJO, porque pueden incluir algún género gramatical si están acompañadas por algún adjetivo o artículo marcado. Por ejemplo, para el no binario, se puede decir: «Mi aprendiz está feliz», pero no: «Mi aprendiz está contenta».

 

PARA FUNDAMENTALISTAS DE LA LEGALIDAD Y SUS PEROS

La ONU plantea que deben evitarse todas las formas del lenguaje que sean discriminatorias, visibilizar el género cuando la situación comunicativa lo amerita y no hacerlo cuando no lo exija.

En Argentina tenemos la Ley de Identidad de Género N° 26.743 que establece que el respeto a la identidad autopercibida de las personas es un derecho, a su libre desarrollo dentro de esa identidad y a ser tratada conforme a esta y en particular a ser identificada de este modo en los instrumentos que acreditan su identidad (y el lenguaje utilizado para referirse a esas personas no es una excepción). Y la Ley 26.485 para la Protección Integral, Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres. Ley que permite pensar cómo la violencia machista y patriarcal no es algo que solo padecemos las mujeres, sino todas aquellas identidades que son feminizadas: puestas en un lugar de inferioridad y que, por salirse de los lugares asignados dentro del sistema, pueden (y deben) ser violentadas para restituir el orden hegemónico. Y uno de los tipos de violencia que se emplea para ello es la violencia simbólica, cuyo vehículo principal es la lengua (el idioma) y los modos de nombrar o no hacerlo —porque las cosas si no se nombran, no existen—.

La RAE, tampoco se opone al uso del lenguaje no binario. En 2021, desde su cuenta oficial de Twitter, frente a una consulta sobre una traducción donde su texto original está utilizando el género neutro, publicaron que “son los traductores los que deben tomar las decisiones que consideren oportunas en cada caso”. Y en otra publicación sugería que se tratara a las personas no binarias como desearan y manifestaran ser tratadas.

Así que ya saben, esta discusión que lejos de ser un tema de lingüística abstracta (como si realmente tal cosa existiera), es un tema profundamente político. Porque como ya expresé en otra oportunidad, los errores no son gramaticales, acá se trata de errores de integridad (política). Y si bien es cierto que las palabras no están antes de los actos; las palabras se recortan de los sucesivos hechos históricos, hitos, para ser más específica; no creamos que las palabras no moldean cuerpos en acción.

La lengua tiene un uso, que es multívoco, equívoco, hasta en el nivel de análisis en el que esto se supone “está todo bajo control”: la semántica. Ya lo decía de Saussure hace un siglo, las cosas que uno habla se van corriendo de lugar: los significantes corren significados, o viceversa. Pero volvamos mejor al nivel pragmático del lenguaje. La pragmática, necesariamente es un terreno político. Aquí no estamos hablando de una mera sustitución de letras, es mucho más que eso: estamos hablando de reconocer la existencia de otras identidades que escapan al binarismo de nuestro idioma. Que ya vemos que no es natural a la lengua, sino que es como todas las cosas, el decantado de las construcciones que se fueron dando en las relaciones de poder. El androcentrismo, la visión machista y patriarcal, el capitalismo y el colonialismo. El error de integridad política se comente cuando en nombre la supuesta pureza del lenguaje, como si fuera algo inofensivo, cometemos violencia simbólica. Porque la lengua es una cuestión de género. Y muchos problemas se solucionarían si pudiéramos bancarnos que la lengua es más que un código abstractactamente pautado que se aprende en el proceso de devenir “humano”.

La lengua la hablan las personas, y las personas son históricas: están atravesadas por el lenguaje y las prácticas que lo producen y reproducen; y son sociales: ocupan un lugar en el sistema de producción y reproducción del capital, el colonialismo y el patriarcado; y son culturales: usan lo simbólico que se desprende de sus prácticas para reforzarlas o romperlas y correrse… correrse… correrse. No hay nada más trágico que una pretendida posición de inteligencia que solo encubre ignorancia y negacionismo. Cualquiera que sea hablante fluido del español rioplatense sabe cuándo el neutro está mal empleado o no. Por favor, basta.

 

*Esta nota está construida en base al video de Linguriosa, e intenta suplementar profundizando con otras herramientas lo que allí se plantea. Casi todos los ejemplos lingüísticos fueron extraídos de allí. Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=SBD26JpgPts