Hoy es 25 de mayo y “todo el
mundo” habla de “La década ganada”. Digo “todo el mundo” y aclaro. Hablo del
mundo para quienes tienen el poder de disputar la agenda política en el país,
quienes tienen la manija de los medios de comunicación: la derecha y el
kirchnerismo. Porque de la izquierda nadie se anima a hablar. La izquierda debe
ser convenientemente invisibilizada, robadas sus banderas e historia… porque el
horno no está para bollos, y está todo a punto de volar en mil pedazos: y nadie
tiene base militante sólida para bancar la parada. Nadie tiene política para
responder a la realidad. Nadie.
“La década ganada” es otra de
esas consignas que se sostienen en medio del espanto que nos muestra la
realidad que se silencia. Que no tiene que ver con los supuestos escenarios
mediáticos de “la corrupción”, la política del odio ciego de “la opo”, “la
corpo”, o la abreviatura que esté en boga este mes. “La década ganada” es una
forma más de taparle la boca a la historia, de esconder debajo de la alfombra
lo que sigue pasando igual o peor que en las infames décadas neoliberales
inauguradas por el último golpe cívico-eclesiástico-militar. Y si, siguen
pasando las mismas cosas, aunque otras ya no; no hay que ser tramposos, la
sinécdoque en política es un gesto de ruindad y vileza…
Pero no quiero desviarme de lo
que me convoca hoy. La performance de
los intelectuales orgánicos del oficialismo. Reiterantes, firmes reiterantes de
la denuncia sobre el avance impiadoso de
la narrativa mediática, estas maquinarias
de horadar que buscan ávidas los
símbolos evidentes, las palabras de ciertos ritos, ingenuos o profundos…
para destruir, aniquilar, sitiar, descomponer al kirchnerismo: la única
posibilidad de que la política sea un instrumento emancipador. Como si "lo mediatico" fuera un sayo que no les entra. Como si no tuviéramos
décadas previas de resistencia popular, elaborando desde la militancia en la vida real
instrumentos de lucha para y por la gente…
Es curioso cómo se usan las
fechas patrias para intentar reavivar
la llama de la pasión. Yo que
lo que celebro son las fiestas matrias,
la política desde la particularidad que se niega a los universales
reduccionistas… con razón no puedo ser peronista, ni de derecha… ni en la
próximas mil vidas. Y justo a mí
que me revientan tanto, tengo que usarlas de excusa otra vez para recordar a
quien quiera leer (y bajarse del caballo blanco de San Martín, y cerrar los
paraguas que nunca estuvieron esperando en las puertas de ningún cabildo) que "Lo Justo" de esta década es no tomar la parte por el todo, no otra vez. No podemos ser tan ruines.
Ayer Carta Abierta saco una nueva
declaración, y créanme que nos sentamos de a dos a leerla y buscamos con ansiedad
algo del orden del contenido político, programático, o aunque menos sea teórico
que defienda dignamente la lógica del “mal menor”; y no encontramos más que
todas las artimañas harto conocidas para los que padecemos la Academia durante
largos años de nuestras vidas. Nada más que retórica recursiva, párrafos
larguísimos atestados de adjetivaciones grandilocuentes y dos o tres
latiguillos a modo de slogans. ¡Ah! Y
un esbozo de tesis; apenas una insinuación de justificación de por qué estar en
contra de este gobierno es ser una mierda fascista,
derrocadora de la República de Weimar (gente linda… gente
docta… gente culta e inteligente… qué tienen que ver los vientos huracanados con
la tasa de mortalidad de los chanchos negros… por favor explíquenme. Soy una
humilde y muy poco culta trabajadora de la salud y estudiante de Psicología de
la UNLP… “el pueblo quiere saber de qué se trata”).
A pesar de todo, me senté igual a
leerlos hasta el final, sin saltear párrafos. Nos sentamos igual a buscar una
respuesta contundente con la promesa de que antes de terminar la carta la
encontraríamos. Porque hay días como ayer, después de tanto despelote
mediático, en los que secretamente deseo que el gobierno tenga una política firme
de “profundizar el modelo”, deseo íntimamente, sin siquiera decirlo en un
murmullo, poder concluir con la conciencia tranquila: hoy es el día en que puedo aportar para un
acuerdo táctico, porque van al fondo de la cuestión… Y me encuentro con estos “intelectuales
orgánicos” y me dan ganas de llorar.
Es curioso, como funciona esto de
la construcción de discursos mediáticos, para la prefabricación de lo que
después será la nunca bien querida opinión pública. Yo soy bicho de
universidad, vivo como un intelectual, pienso como tal. Estoy acostumbrada a
todas las trampas, y recursos de los que los académicos disponen para
deslumbrar, aun cuando carecen por completo de argumentos; o cuando
(imposibilitados de admitir que su posición es rudimentaria y hasta incluso
reaccionaria a los ojos de cualquier bien-pensante) intentan maquillar tras una
cortina de humo lo imposible de aceptar.
Yo me pregunto, a quién le
hablan. Para qué hablan. Si en definitiva marcan una cancha cada vez más chica
y disputan con las mismas lógicas los mismos espacios que quienes señalan como
el anti-cristo… La lógica del “mal menor” es muy lábil, y lo saben; a dónde
piensan llegar. La proclama en defensa de “Lo Justo” así, planteada en
abstracto, cuando hay tantos ejemplos para refutar que en realidad todo lo que
está pasando es un límite del modelo (grande como una casa) y no una cuestión
coyuntural, no sirve de un carajo… Me recuerda tanto a lo que dicen algunos
peronistas simples cuando se quedan sin argumentos: “no se puede conformar a
todo el mundo”.
El problema es justamente este.
La reducción desmedida de las discusiones. La polarización que genera la
cultura maniqueista que alimenta el peronismo bien entendido (desde el Perón “progresista”,
hasta el Kirchner redentor del País de
los Derechos Humanos). Porque si acorralas a la opinión pública en el
callejón sin salida de sus propios traumas sociales es fácil armar un partido y ganar las elecciones
(y más si el PJ te presta el aparato). Si todo el tiempo el enemigo es el
retorno del despotismo neoliberal, la muerte y la destrucción golpista. Si las cosas son así o no hay más nada, es
simple entender qué es lo que hace que estemos como estamos. Que seamos como
somos. Que votemos a quien votamos (sea a la derecha o al kirchnerismo).
El problema es que se siguen
afanando la historia y las banderas del campo popular. Que sostienen una
neorealidad igual de mediatizada que la del grupo Clarín, donde la historia
argentina empieza en el 2003. Donde se infla a una "gloriosa juventud" que no es más que un gran globo de aire caliente, que no tiene formación política, que no genera cuadros. Y donde los que saben que esto
es así se hacen bien los boludos, y alimentan la negación maníaca del “amor al prójimo”
y la “militancia con alegría”… cuando todos sabemos la de gente que cae todos
los días en situaciones mal explicadas o directamente invisibilizadas. Por
todos lados.
Yo no festejo el 25 de mayo. Ni esta
fecha patria ni ninguna otra. No defiendo
pseudo revoluciones, porque los que fundaron este país lejos estaban de
concebir algo parecido a la República que me gustaría que fuera Argentina.
Patriarcado los ovarios, yo no me olvido de estos más de 500 años. Yo no me
olvido del último malón de Bahía Blanca, no me olvido de los hermanos Qom. Yo celebro las fiestas matrias de la lucha y la resistencia. Patriarcados universalistas
los ovarios.