Esta ciudad no huele a tilos secando sobre las veredas. Huele a barro, a podrido. A muerte fresca y nueva, huele a olvido.
Yo nunca pensé en palabras.
Cómo se verá ahora mi casa. La pava o el mate en la cocina. No recuerdo el frío o el miedo de aquella que fue mi vida.
Nunca supe de los que corrieron. Empapadas sus ropas. extraviados sus ojos de lágrimas: lluvia y mugre. Es lo que fueron.
No los vi, ni me vieron en el silencio de la noche. En el silencio de la lluvia trepándose a mi espalda: eso sí que no se olvida.
Y aquellos que aún me sueñan los que corrieron secos de espanto. Que aún me esperan. Que rompieron llantos al amanecer y no recordaron lo que tampoco.
Yo nunca me sentí cansada hasta que no pude más. Una no se deja tan facil, tanto. La carne húmeda no hace ruido. Se confunde en el tumulto del agua trepando.
Y eso tampoco se recuerda.
Cómo se verá ahora mi casa. Cómo mis cosas ahora, que solo queda a los poetas la marca del agua.