1.6.10

Al Sr. Jorge Himitian



Sobre su nota “La no existencia del ‘Estado Laico’”
A modo de aclaración

Las discusiones políticas deben asentarse sobre terreno allanado. Debemos evitar los equívocos o imprecisiones, salvo – claro está- que nuestra intención sea construir falacias para sostener epistemes que no alcanzan los requisitos lógicos necesarios al momento de discutir qué tipo de Estado, qué tipo de sociedad, qué tipo de País queremos forjar.
Como mujer, como estudiante de Psicología, como ciudadana argentina, como militante de Derechos Humanos, como hija, como hermana; estoy harta de los degradados argumentos que desde los sectores más retrógrados de la Iglesia Católica y específicamente de la Comunidad Cristiana, de la cual Ud. es pastor; se sostienen para propagar el odio y la segregación de las diferencias, basándose en pseudo argumentaciones totalmente falsas y cargadas de prejuicios arraigados en el temor y las creencias más fundamentalistas.
Es un insulto al intelecto de los argentinos y a los valores democráticos sobre los que se basa nuestra Constitución, que les recuerdo a los señores lectores, incluye todos los tratados internacionales desde su reforma de 1994. Es un insulto al conocimiento científico del siglo XX y del ya empezado XXI de la cultura occidental y cristiana a la que dicen pertenecer, sostenerse autoritariamente intentando imponer una moral oscurantista arguyendo teleologías sobre el sexo y las instituciones de nuestra cultura.
Respuesta propiamente dicha
El Sr. Himitian sentencia en su primer párrafo: el ateo tiene una creencia: cree que Dios no existe”. Encuentro un problema previo a todo intento de refutación, un problema lógico, básico en su postulado. La Real Academia Española define al ateo como aquél que niega la existencia de Dios. Extendiendo la definición, podríamos afirmar también que quien niega la existencia de Dios, con argumentos más o menos científicos, es alguien que carece de fe. Es decir, alguien que no cree en la existencia de una entidad suprema.
El ateo no cree en las cosas, no es su forma de conocer. Es un absurdo lógico la conclusión. Negar la existencia de Dios como forma de conocimiento del mundo (que es lo que la ciencia hace) implica prescindir absolutamente de dicha idea para construir y sostener a existencia del mundo. El argumento del Sr. Himitian es falaz por dos motivos: primero, porque el ateo no tiene fe, ergo toda construcción del mundo que elabore no estará basada en la lógica de la creencia. Segundo, porque se pasa por alto la especificidad de las formas de conocimiento que implica cada caso. Permítame desarrollar brevemente una noción harto conocida desde hace al menos un siglo respecto de las diferentes lógicas de conocimiento del ser humano. Las formas que el ser humano desarrollara para conocer y explicar el mundo son el conocimiento mágico y el conocimiento mítico. Dentro de este último las dos formas hegemónicas (en el caso de occidente) fueron el conocimiento religioso y la ciencia. La única similitud que ambas formas comparten es la necesidad de encontrar un origen, una causa a los enigmas de la vida: el tiempo, la muerte, los procesos naturales, el ser humano y su lugar en la historia… ambas formas, cierran cada uno de los interrogantes a su modo. La diferencia radical de ambas epistemes es el método de conocimiento: la religión conoce mediante la fe y el escenario que ésta recorta como cognoscible. La ciencia en cambio tiene un método que se basa en la delimitación de problemas y el establecimiento de hipótesis explicativas que serán contrastadas de acuerdo a las características del objeto de estudio en cuestión. La ciencia no cuenta con la herramienta de la fe, ya que a los fines de los requisitos científicos excluyen la noción de verdad… y mucho más de verdad revelada al modo de las sagradas escrituras. Por lo tanto, el pensamiento científico no se basa en creencias, sino que se tienen explicaciones provisorias, campos de problemáticas productoras de conocimiento, modelos útiles para conceptualizar fenómenos… hasta que se demuestre lo contrario u otra explicación más fértil sea construida.
Continúo con otra de las afirmaciones del Sr. Himitian El ‘Estado laico’ no existe. No se puede vivir en sociedad a partir de la nada. A partir de un total vacío teológico o ideológico”. Permítame decirle, Sr., que éste es el único punto en el que estamos de acuerdo, al menos parcialmente. Ud. afirma dos cosas: primero, que “El ‘Estado laico’ no existe”, y tiene razón. El Estado Argentino laico aún no existe porque la separación entre éste y vuestra santa Iglesia es sólo superficial; y faltan muchos años y política moderna para que esto efectivamente ocurra. Pero no se confunda, el Estado Argentino, a pesar de todo incluye en su Constitución los Tratados Internacionales que son muy claros al especificar qué cosas van en contra de los Derechos Humanos. Está escrito y es Ley. Segundo, “No se puede vivir en sociedad a partir de (…) un total vacío teológico o ideológico”. Tiene nuevamente razón parcial Sr., no se puede vivir sin alguna forma de organizar la realidad, de explicar las cosas, de construir conocimiento, etcétera. Pero no se confunda, las causas finales no son la norma en el universo, aunque nuestra angustia pulse por encontrarlas. De hecho la tendencia es la complejidad, lo que pone en serias dudas la existencia de lo que nosotros, los seres humanos, concebimos como causa o fin último. Y respecto de la ideología, respetabilísimo Sr. Himitian, es imposible que algún ser de nuestra especie carezca de ella. Las hay más organizadas, como las nuestras, diametralmente opuestas, pero bien orgánicas a nuestras respectivas políticas; y las hay menos sistematizadas, más del lado de lo que se denomina “sentido común”. Lo que Ud. y yo llamamos “Estado laico” (con más o menos comillas) tiene su propia episteme, que afortunadamente, y a diferencia de la vuestra, contempla la pluralidad: es decir, la posibilidad que existan ciudadanos que crean en entidades supremas y otros que no.
Si como Ud. dice en nombre de los argentinos cristianos y occidentales, “reconocemos y aprobamos la separación saludable entre la Iglesia y el Estado” (cuestión que comparto ampliamente) debemos entonces aceptar la posibilidad de que la Iglesia deje de ser la Verdad, y pase a ser una de las tantas formas de vivir y de concebir la vida. Si no Sr. lo invito a Ud. y a todo aquél que quiera acompañarlo a cuestionar abiertamente el sistema democrático, las instituciones que éste implica, los Derechos Humanos, la ciencia, la educación y la salud pública, la libertad. Asuma Ud. una posición política verdaderamente orgánica con sus postulados; no será la primera vez que los argentinos nos enfrentemos a este tipo de posiciones políticas, la última vez fue hace 34 años, y todavía nos acordamos de lo que nos pasó. A diferencia de Ud. y quienes opinen de la misma manera, no somos un grupo extremadamente minoritario, ni tan hiperactivista como a mí y a muchos otros nos gustaría. Y tampoco hacemos como ustedes, nosotros no imponemos las cosas; nosotros y nuestros representantes, discuten política y mediante los mecanismos democráticos históricamente instaurados, deciden por mayoría simple en un ritual que se llama votación que está contemplado en nuestras leyes.
Sr. Himitian, usted y quien acuerde con su postura, pueden creer que la mujer creció de una costilla de Adán o lo que quieran; pero le pido ponga atención cuando utilice nociones científicas: la anatomía humana contiene muchos genes, entre los cuales se encuentran los que definen genitalmente a cada miembro de la especie. Pero, no se confunda por favor, una cosa es la genitalidad y otra es la elección sexual de una persona: ni heterosexuales, ni homosexuales tenemos carga genética para eso. La identidad de género es histórica, construida de acuerdo con lo que la cultura define como femenino o masculino, de acuerdo a la simbolización e interpretación cultural de la diferencia sexual. La identidad sexual es la reacción individual ante la diferencia sexual y no cambia históricamente, ya que resulta de la posición imaginaria de la persona ante lo prohibido y prescrito por la sociedad, y las identificaciones con las figuras parentales. Los genitales con los que nacemos nada tienen que ver ni con lo que la sociedad concibe como varón o mujer; ni con lo que los sujetos metabolizan de ello.
Otra cuestión que es necesario contestar Sr. Himitian, es que el matrimonio no es una institución divina, aunque sus sagradas escrituras así lo indiquen. Existen otras escrituras, que no son sagradas - porque no necesitan serlo-, ni tan viejas, que los historiadores, antropólogos y arqueólogos llaman fuentes; que indican que el matrimonio, como nosotros lo conocemos y lo que ello implica, no es tal sino a partir del siglo XVIII; cuando fue necesario instaurar una dinámica de familia nuclear, esa que tanto defienden: mamá (en la casa, limpiando y reproduciendo la especie), papá (dueño de la casa, la esposa y la prole; quien lleva el sustento al hogar) y los niños (el futuro de la sociedad, los futuros ciudadanos). Antes de eso quienes pertenecían a alguna religión se casaban e iban a la iglesia, sí. Pero no amaban a sus hijos ni querían protegerlos: las familias ricas entregaban a sus hijos a nodrizas y la más de las veces no sobrevivían, tampoco importaba mucho, tenían otros que sí lo hacían o tenían más… alguno se salvaría. Si eran pobres dormían todos en una misma habitación (jóvenes y adultos), y las relaciones sexuales de los padres no eran algo privado de hecho. Fue por la necesidad de aplicar racionalidad a las políticas poblacionales que el Estado, - de la mano de la Iglesia- junto con el discurso médico, estableció que el matrimonio (religioso y/o civil) fuera la institución encargada de regular la lógica de las familias que hoy conocemos.
Yo no sé qué es lo que su Dios prohíbe respecto de la sexualidad humana, y qué cosas no. Lo cierto Sr. Himitian, es que en mi país, está penado por la ley cualquier tipo de trato discrecional por elecciones sexuales, aspecto físico, creencias religiosas, procedencias, entre otras cosas. Además de que, aunque su Dios imparta ciertas leyes, esas no son las que rigen en el Estado. Porque Estado e Iglesia, están sanamente separados, como mencionara Ud. y el matrimonio CIVIL es un derecho de los ciudadanos de mi país. La definición de ciudadanía no hace diferencias ni por aspectos físicos, ni por ideologías, religiones, y mucho menos por elecciones sexuales. Lo que me parece abominable, Sr. Himitian, es que estemos discriminando a una parte de los ciudadanos, negándoles un derecho.
Respecto de su amenaza a comparecer ante vuestro Señor en no sé qué juicio, la verdad que no sé decirle. Es como si me planteara discutir sobre el pasto que comen las vacas verdes… lo que sí le pido es que sea preciso conceptualmente: las parejas no son homosexuales o lesbianas. Las parejas son parejas, de personas heterosexuales u homosexuales (gays o lesbianas), no se confunda por favor.
La tragedia social Sr. Himitian, es que exista gente como Ud. que esboce teorías sobre una conspiración homosexual que traerá la depravación a nuestra santa y cristiana nación. La poligamia, el incesto, la zoofilia, la pedofilia y otras perversiones por el estilo son todos aquellos deseos que reprimen ascéticamente quienes se horrorizan frente a la existencia de dichas preferencias sexuales. Pero como dijo Freud, y muchos de vuestros sacerdotes nos han demostrado: lo reprimido retorna inevitablemente. Por suerte les queda un consuelo: Ustedes que sí tienen fe, pueden arrepentirse, confesar sus pecados, y volverse a Dios.


Dulce María Pallero
La Plata, 27 de mayo de 2010