24.12.18

Diciembre


Informes veraces de cómo, en 1551, cinco soles fueron vistos en Leipzig por muchas personas de confianza.



Tenés nombre de arcángel y significa "Fuego de Dios", fuiste nombrado como el ángel de la luz de las estrellas; eso dice Wikipedia. Alto nombre te puso tu vieja amigo, la verdad... Yo no sé por qué les pinta el misticismo a algunas madres, posta.


Parece que la tuya es muy devota, no para de mandarme cadenas al whatsapp sobre bendiciones y la virgen y no sé qué cosas. No la entiendo la verdad, preferiría que su piedad no fuera tan selectiva de las redes sociales y nada más... Trato de no pensar mucho en esto, pero cuando te veo a vos y a tu hermano se me hace muy difícil entender qué mierda pasa con ella.

Tenés una cara hermosa y un dios aparte... yo creo que porque te nombraron como el arcángel y eso te hace un poco a prueba de balas... o de camiones. Igual esto ni en pedo te lo digo porque lo único que me falta es que te hagas aficionado a cabecear el pavimento, o cosas peores.


Te armé un sobre con regalos de navidad. Todas cosas que fueron mías y que ahora quiero que tengas. Me gustaría decirte que el mundo puede ser un mejor lugar para vos. Me gustaría decirte que yo podría cuidarte en serio, mostrarte iluminaciones medievales y pinturas del siglo XVI y XVII que hablan sobre tu nombre y otras cosas bíblicas re flasheras. Me gustaría mostrarte la fotografía del siglo XX que tanto me apasiona, invitarte a que leas algunos libros que tengo y que capaz te gustarían. Contarte cosas que pienso y escuchar todo lo que pensas y te gustaría hacer.


Me gustaría poder decirte de verdad que el mundo podría ser un lugar que realmente te aloje. A veces me dan muchas ganas de hacerlo. Pero como no puedo, elijo llenar un sobre con una postal de Península de Valdez, un par de fotos que me gustan mucho y un anillo que usé muchos años y ahora quiero que lo tengas.


Feliz Navidad Uriel.

17.12.18

¿Por qué los pibes siguen viniendo?

Esa pregunta me quedó clavada en el cerebro y el corazón éste 2018. Este año, en esta pregunta cristalizó todo el odio de clase, la falta de empatía y el cuento del enemigo interno. Esa pregunta me dio de lleno en la cara y golpeó como rayo en el cuerpo de mis compañerxs. Y esta vez tuvimos que aceptar que también en nosotros cayó su estigma. El problema queda estaqueado, sin complejidad ni movimiento en una sola pregunta: por qué siguen viniendo. –No el hambre, la violencia, el consumo problemático-. Nadie se da cuenta cómo se reproduce la falta de valor que tienen esas vidas tan jóvenes cuando simplemente se pregunta una y otra vez, con suspicacia conspirativa, por qué siguen viniendo.

Este año tuve la oportunidad de asistir a cómo se construyen las subjetividades delincuentes. Cómo un puñado de adultxs inventaba monstruos nuevos donde antes sólo había habido niños pobres. Cómo se reproducían cuentos sobre niños armados y amenazantes. Cómo pibes cuya inscripción es de trabajador (cartonero) eran tildados de pibes chorros sin más. Cómo todo ese odio que se les iba administrando por acciones u omisiones rápidamente se transformaba en una respuesta reaccionaria por parte de ellos. Cómo comenzaban a ser desde este lugar en el que se los alojaba. Porque ser odiado solo te deja el lugar de estar odiado, y odiar un poco más cada vez. Este año fui testigo de cómo opera el mecanismo de la deshumanización hasta en mi propio cuerpo. Porque de otra forma no es posible dejar a merced la integridad de otra persona a manos de alguien que tiene el poder real de dañar. Eso que ya había visto una y otra vez en el cuerpo de los pibes desde antes me tocó a mí y a mis compañerxs. Saberse odiado, y estar odiado. No querer ni saludar a quienes les ofreciste la mano y te la mordieron de la manera más cruel. Porque el problema de ser adulta, de ejercer ese rol responsablemente, es que te deja sin la posibilidad de llamar a estxs traidorxs a tener una buena pelea mano a mano… o cagarlos bien a piedrazos –dos cosas que encantada de la vida habría hecho más de una vez-. Porque acá no se trata de ganar o perder, se trata de recuperar como sea el estatuto de ser humano.

A veces me pregunto si realmente me creerían cómo niños que sí salen de caño son capaces de decirme cosas como “Mirá todas esas canas, te estás poniendo viejita… voy a tener que cuidarte” mientras, postrados en terapia intermedia, me acarician el mechón de rulos blanco que tengo adelante; o me piden videos de mis plantas y mis gatos para pasar las horas interminables del hospital. O me dicen después de un fin de semana en el que se la pasaron persiguiendo a una muerte que les escapa espantada-, con los ojos llenos de lágrimas que ya no les importa nada de nada. O cómo aparecen en un cierre de taller en que no participaron porque no son del barrio y ya no son los niños que eran en 2015 y ahora están en otra; pero se acercan a saludar y te llaman por tu nombre y preguntan entre ansiosos y desafiantes si sabes quiénes son. Y tenés que hacer fuerza para que no se te caiga el alma de amor y otras cosas, porque los ves con sus caras tan cambiadas pero con la misa sonrisa hermosa y esa llama en los ojos, y agradeces que estén vivos y te recuerden y te quieran. Y les contestas: “Claro que sí, borrego, cómo me voy a olvidar de vos… ¿Se quedan?”. A veces me pregunto si realmente alguna de esas personas me creería al menos la mitad de las cosas que guardo en mi memoria. 

Por qué siguen viniendo, por qué siguen existiendo, por qué esas mujeres insisten en tener hijxs, por qué no se mueren y ya. Por qué no se puede tener mano dura con ellos si no nos respetan ni a nosotros ni a nuestras instituciones y nos ponen en riesgo físico… Por qué no dejan de recordarnos que esta humanidad así ya no da más. Yo quisiera ensayar a modo de contestación otra pregunta, ya que ese es mi verdadero y único oficio, preguntar: ¿Es posible creer en la ternura ajena cuando no se ejerce la propia?

Cuando se mira en serio el dolor ajeno es muy difícil no asumir la parte de ello que nos toca. ¡Por qué dejarían de seguir viniendo! ¿Desde cuándo nos creímos que las infancias que no acatan nuestros términos no merecen el derecho de existir en los propios? Por qué lo que no se ajusta a nuestros gustos y preferencias debe ser borrado sin más de la humanidad, reducido al mote de delincuente, drogadicto, violento, digno de ser torturado por las fuerzas policiales, el sistema judicial y un sistema de promoción y protección que lejos de garantizarles sus derechos les recuerda que no hay nada allí para protegerlos; que la salida es aceptar sin más la violencia social de la que vienen, las balas que ofrece la policía o el chaleco químico de alguna “granja de rehabilitación” si es que hay un lugar para ellos.

¿Es posible creer en la ternura ajena cuando no se ejerce la propia? La ternura demanda ecuanimidad, no discriminación, inclusividad: nada de esto que pasa es: o nuestro problema, o problema ajeno. Todo esto que nos pasa es tema nuestro, de todxs los que somos tocados por ello. La compasión poco tiene que ver con la noción judeo-cristiana tan popularizada, con-pasión aquí implica necesariamente reconocer el dolor de nuestro propio cuerpo y diseñar las estrategias para sanarlo. –Y por cuerpo entiéndase desde ese pedazo de carne y fluidos que movemos, pasando por nuestros sentimientos y el pedazo de historia que nos permite decir “Yo”-. Para luego poder saber escuchar a lxs demás y promover algo tan caro y escaso por estas épocas: la benevolencia y la alegría del encuentro. La benevolencia y alegría de ofrecerse a otrxs para construir un futuro posible en el que entremos todxs.

Quisiera poder mostrarles las caras de estxs pibxs de los que todos huyen despavoridos cuando se les acercan. Sus cuerpos hermosos y jóvenes, maquillados. Sus amplias sonrisas y sus miradas de amor por la música y todo lo que les ofrecemos y fueron construyendo. El orgullo de vestir las levitas que una de nuestras compañeras se mató cosiendo en tiempo record. Quisiera realmente poder mostrarles los retratos preciosos que otra de las compañeras realizó, y explicarles así por qué no podemos seguir siendo parte de esta humanidad. Quisiera poder hacer todo eso y más, sin que ello implicara exponerlos porque este mundo es un lugar siniestro y yo no puedo confiar. Pero como no soy quién para rendirme elijo –en vez de mostrarles un pilón y medio de cosas hermosas-, escribir este texto y recordarles TODO LO QUE SE ESTÁN PERDIENDO.



4.11.18

Mi secreto






Tengo que confesar un secreto. Algo que aún no defino si me horroriza o me avergüenza. No, no se trata de mi sentimiento de total desajuste en tiempo y espacio que me acompaña casi siempre y que a veces se transforma en la idea de que jamás se me reconocerá por ninguno de mis buenos méritos… Esto es algo mucho más menor, y por alguna razón mucho más estragante.

Estoy sincronizada con mi vecina, una mujer horrible por los niveles de crueldad, egoísmo y falta de empatía que acumula en esos escasos centímetros cúbicos que ocupa. Yo no soy alta, más bien todo lo contrario… y su estatura es menor a la mía, así que pueden ir sacando sus conclusiones. Estoy sincronizada con mi vecina, la mujer horrible que me alquila la casa en la que vivo, cuyo hijo no puede dejar de mirar hacia dentro de mi casa cada vez que baja la escalera rumbo a la calle.

Estoy sincronizada con la mujer horrible que vive en el primer piso de una casa hermosa que se está viniendo abajo silenciosamente tapizada de moho y siniestras mariposas diminutas y aterciopeladas gris azules que se multiplican y en vano intento mantener a raya con veneno diseñado para seres de mayor envergadura y milenaria resistencia.

Mi secreto del horror y la vergüenza es que estoy sincronizada con esa mujer de espanto de una manera tan justa que me da miedo. No importa de qué hora del día se trate, cada vez que voy al baño a hacer caca, en el preciso instante en que yo aprieto el botón para descargar mi inodoro escucho cómo hace lo propio la mochila de su baño. Y el agua corre ominosa a mi costado, desde arriba de mi cabeza –cual catarata-, baja a la altura de mi oreja derecha hasta el hombro, el brazo, codo, cadera y se sumerge en el piso de mi baño por ese caño de más de cincuenta años que se encuentra, cual columna estoica en esa esquina donde de vez en cuando me siento…

9.8.18

Abortando con furia alegre al patriarcado


Muchas de nosotras fuimos paridas en una época en la que no se nos hablaba de qué representaba hacer historia en vivo y en directo. No porque no ocurriera, sino porque el discurso del terror y la represión desató los nudos de la organización, de la lucha y de la resistencia que en nuestro continente fue marca registrada desde que la historia se llama historia y desde antes de eso también. Éramos miles ayer en las calles. Y no solo en las inmediaciones de Congreso en CABA. Hubo vigilias a lo largo y a lo ancho de todo el país. Y el Pañuelazo Mundial será un hecho que quedará en la historia de los feminismos, así como nuestro ya internacional Ni Una Menos. No hay forma de tapar esta marea feminista que ya cobra escala de tsunami mundial. No habrá cuadros cerrados que disimulen lo cortos o lo largos que se quedan en sus pobres construcciones de relato. Lo bueno del siglo XXI es que los registros fotográficos y fílmicos nos develan rápidamente las operaciones mediáticas que se estudian en los manuales de comunicación del siglo XX.

Y junto con "la máquina de fabricar discursos" el siglo XX también nos legó los feminismos que nos enseñan a bordar y a tejer como nos cantan desde el jardín de infantes… aunque para salir a luchar en las calles. Heredamos – pero no por don divino sino con luchas mediante-, los feminismos que nos enseñan a sostener entre los hilos las memorias y las políticas de miles de mujeres que están luchando ahora en nosotras por los mismos derechos que siempre nos negaron. Y por suerte ahora estamos juntas con nuestras abuelas, madres, hermanas, hijas... Estamos juntas y hermanadas, estamos juntas porque seguimos buscando juntarnos, porque sabemos que juntas somos imposibles de gobernar por nadie que no seamos nosotras mismas: ni patrón, ni estado patriarcal clerical. Y ya no solo las mujeres nos juntamos: también estamos queriendo estar juntas con las tortas y las travas y las trans… entendimos que el nosotras tiene que ser cada vez más amplio. Porque ahora nuestras referencias más lúcidas son voces travas, que saben muy bien de la intemperie, y enseñan el valor revolucionario de ser felices y de la fiesta furiosa que es el arma de resistencia y lucha más poderosa. Porque los trans-feminismos hacen estragos y en este nuevo siglo lo vamos a poder ver por internet en vivo y en directo: justo como anoche, y cada vez más seguido porque el patriarcado se va a caer. Lo vamos a tirar todes juntes.

Y si hay algo que no puede pararse ya, es esta marea verde que desbordó el vetusto Senado de la Nación todo el día de ayer desde las 9 de la mañana hasta pasadas las 3 del día de hoy. Porque mientras los hijos del Opus Dei llenaron de vallas para no escuchar el rugido del tsunami, nosotras en las calles cantamos, bailamos, reconocimos a las luchadoras de las provincias del interior. Recordamos a las compañeras que ya no están. Gritamos por el aborto legal en un Pañuelazo sincronizado para y por todo el país. El ocho de agosto ahora tiene un nuevo sentido. Y eso, es algo que un puñado de personas que representan lo más regresivo del estado, que abogan por un estado clerical y no por uno laico, no pueden ni podrán revertir. Los que perdieron son ellxs, porque a la vista está que no representan a casi nadie. Porque es el fin de su legitimidad política. Y eso, como ese tsunami, no tiene marcha atrás.




Ya se habla mucho de todo lo que ganamos: las calles (que ya eran nuestras); la despenalización social (gracias a estos meses de lucha y la acumulación de los años anteriores). Ganamos visibilidad y legitimidad: muchxs senadorxs tuvieron que votar a favor porque éramos miles en las calles y seremos muchas más, eso es seguro. Senadorxs que aun cuando estuvieron años en el poder – desde esas mismas bancas o en otros lugares-, no movieron un solo dedo para que el aborto fuera ley: hoy a la madrugada tuvieron que representarnos en el recinto. Lxs ganamos, que no es lo mismo que convencerlos para mí… hay gente a la que no le voy a creer hasta el día que me muera. Porque ganarlxs dadas las condiciones históricas, es mejor que convencerlos porque esto es la democracia: una forma perimida de la libertad, pero es lo mejor que tenemos. Por eso me conformo con ganarlxs desde y para la calle porque eso es lo que marca que estamos haciendo las cosas bien, que los feminismos realmente son una propuesta política revolucionaria.

A pesar del dolor de saber que ayer no fue, hay algo que no me deja llorar: es la convicción de que hoy y mañana hay futuro. Entre tanta devastación y miserias políticas ajenas. Es la primera vez en la historia que sabemos que un futuro es posible, porque está ocurriendo. Porque mientras los que defienden el sentido común clerical se pliegan en sus casas nosotras seguimos tejiendo y bordando, seguimos llenando las calles, las escuelas y los hospitales. Seguimos organizándonos para inundar hasta corroer los cimientos del patriarcado. Justo como lo venimos haciendo.  Hay algo que no puede detenerse y es este desborde de libertad, de política organizada, es esta realidad de que ya no nos callamos más, de que las calles son nuestras y el siglo entero nos pertenece. Porque la segunda mitad del siglo XX fue el momento de las mujeres en la historia; pero que este nuevo siglo es el momento de la historia de las mujeres. La revolución será feminista… y lo será.


Fotos: M.A.F.I.A

15.7.18

Esto no es un chiste

Ilustración: Venus Libido

Hace semanas que en las redes sociales no para de compartirse artículos, reflexiones, videos, viñetas ilustradas, incluso memes o chistes a favor y en contra del llamado “lenguaje inclusivo”. Me alegro que una vez más se ponga en boca de todxs esta discusión que lejos de ser un tema de lingüística abstracta (como si realmente tal cosa existiera), es un tema profundamente político. Porque como ya expresé en otra oportunidad, los errores no son gramaticales, y hoy me atrevo a reformular la segunda parte de mi afirmación: acá se trata de errores de integridad (política). Y si bien es cierto que las palabras no están antes de los actos; las palabras se recortan de los sucesivos hechos históricos, hitos, para ser más específica; tampoco seamos tan ilusxs de creer que las palabras no moldean cuerpos en acción.
El lenguaje, puede violentar tanto o más que un buen golpe o una sucesión de ellos a lo largo de toda una vida, los feminismos nos han enseñado mucho sobre esto. La violencia simbólica es uno de los pilares sobre los que se construye la reproducción del sistema patriarcal: el que sostiene y convalida la violencia a todo lo que no responda al universal excluyente del “Hombre” y su alteridad negativa, defectuosa, subalterna y casi siempre diabólica: la mujer. Argentina tiene la Ley 26.485 para la protección integral, prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres - porque las cosas si no se nombran, no existen-. Ley que permite pensar cómo la violencia machista y patriarcal no es algo que solo padecemos las mujeres, sino todas aquellas identidades que son feminizadas: puestas en un lugar de inferioridad y que, por salirse de los lugares asignados dentro del sistema, pueden (y deben) ser violentadas para restituir el orden hegemónico.
Sos una “mala mujer” si querés no tener marido o novio; o querés tener novia; o querés mantener relaciones sexuales con muchas personas; o divorciarte; o no tener hijxs; o te atraen personas indistintamente de su identidad u orientación sexual. Sos un “maricón”si te identificas con tareas o espacios asignados a las mujeres, o amás a otros hombres (sexoafectivamente hablando o no) y no tenés problemas en decirlo; o te sentís atraído por cualquier persona indistintamente de su identidad u orientación sexual, o no sos ni varón ni mujer; o sos un “traidor” porque no estás de acuerdo con ganar más que las mujeres, o no tenes políticas ativas para desplazarlas, lastimarlas o anularlas. Es decir que la llamada violencia de género corre tanto para las mujeres que no se quedan sumisas sosteniendo los lugares de buenas esposas/madres; como para los varones que no son suficientemente masculinos; y también para las personas que no se identifican ni como varones ni como mujeres, independientemente de su orientación sexoafectiva, porque se reconocen como un tercer género, o como parte del espectro de la fluidez. Porque si no se es “un hombre hecho y derecho” entonces tendrás que ser “una buena mujer”, o no serás nada... o estarás condenadx a ser un monstruo, una abominación.
Eso que en la teoría se denomina el binarismo sexogenérico (que solo se puede ser hombre o mujer de acuerdo a la interpretación que la sociedad hizo de los genitales que te tocaron en suerte), es lo que sostiene en gran parte muchas de las violencias simbólicas que nos lastiman a todxs lxs que de alguna manera desoímos o no nos ajustamos a los mandatos patriarcales. Porque el problema no es solo que “no se nace mujer, sino que se llega a serlo”; sino que tampoco hay solo dos destinos: hombre o mujer. Existen identidades no binarias (que no se identifican ni con una, ni con otra asignación) y negarlas es un acto de violencia simbólica, una de las violencias que están especificadas dentro de nuestra ley y que debemos prevenir, erradicar y sancionar... guste o no. Y porque además en Argentina tenemos otra ley, la 26.743 de Identidad de Género, que reconoce el derecho al libre desarrollo de la persona conforme a su identidad de género autopercibida, y a ser tratada de acuerdo con su identidad de género: es obligación del Estado y de todos quienes seamos representantes del mismo en el ámbito público y/o privado, o seamos simples ciudadanos, respetar y hacer respetar la integridad de esas personas. Porque, una vez más, lo que no se nombra no existe; y nosotrxs como sociedad elegimos visibilizarlo para ampliar derechos.
Además de estas leyes que son relativamente nuevas (en términos históricos son muy nuevas), Argentina es un país que tiene una larga tradición en la construcción de una sociedad que respeta el paradigma jus-humanista; hace muchos años que nuestro país, su sociedad y la cultura que desarrolla es ejemplo en el mundo de una ética respetuosa de los Derechos Humanos... porque las leyes son solo una expresión de esto. Sabemos, desde que retornó la democracia en adelante, la importancia de no sostener políticas negacionistas de los crímenes de lesa humanidad (aquellos que el Estado comete contra la población civil); la importancia de construir memoria, para esclarecer el pasado y delimitar un campo de verdad y así poder garantizar justicia. Y la operatoria de elucidación implica visibilizar aquello que se pretendió desaparecer por ir en contra del poder de turno: que se desapareció porque no se nombró, porque se expropió o porque se lo asesinó. Es una deuda de nuestra democracia restituir a todxs lxs desaparecidos de nuestra historia.


No hay nada más trágico que una pretendida posición de inteligencia que solo encubre ignorancia y negacionismo. Esto que está aquí arriba no es un chiste porque como cualquiera que tenga más de dos años como hablante del castellano rioplatense sabe que el neutro aquí está mal empleado. Sin contar, por supuesto, que está atacando al movimiento de mujeres que estamos luchando por la ampliación derechos sobre la soberanía de nuestros cuerpos (si, la sanción de la ley de interrupción voluntaria del embarazo)... porque la muchacha de la foto tiene al cuello el pañuelo de la campaña. Y porque esta ley implica nombrar algo que de modo contrario, permanecerá desaparecido y operando como hasta ahora: invisibilizando a las mujeres que mueren todos los días por abortos clandestinos.
Quien considere esto un chiste desconoce por completo cómo funciona el lenguaje y los cambios en el mismo. La lengua tiene un uso, que es multívoco, equívoco, hasta en el nivel de análisis en el que esto se supone “está todo bajo control”: la semántica. Ya lo decía de Saussure hace un siglo, las cosas que uno habla se van corriendo de lugar: los significantes corren significados, o viceversa. Pero volvamos mejor al nivel pragmático del lenguaje. La pragmática, necesariamente es un terreno político. Aquí no estamos hablando de una mera sustitución de letras, esto es mucho más que eso: estamos hablando de reconocer la existencia de otras identidades que escapan al binarismo de nuestro idioma. Que ya vemos que no es natural a la lengua, sino que es como todas las cosas, el decantado de las construcciones que se fueron dando en las relaciones de poder. El androcentrismo, la visión machista y patriarcal, y el capitalismo. El error de integridad política se comente cuando en nombre de la RAE nos cagamos en la ampliación de derechos. Como si el lenguaje fuera algo inofensivo, cuando sabemos de la violencia simbólica. Porque la lengua es una cuestión de género. Y muchos problemas se solucionarían si pudiéramos bancarnos que la lengua es más que un código abstractactamente pautado que se aprende en el proceso de devenir “humanx”.

La lengua la hablan las personas, y las personas son históricas: están atravesadas por el lenguaje y las prácticas que lo producen y reproducen; y son sociales: ocupan un lugar en el sistema de producción y reproducción del capital y el patriarcado; y son culturales: usan lo simbólico que se desprende de sus prácticas para reforzarlas o hacerlas mierda y correrse… correrse… correrse. Lo subversivo del lenguaje está en que se lo puede hacer pelota; pero sin ser ingenuos. Sostener una convención basados en la supuesta arbitrariedad del lenguaje o las normas de la Real Academia Española es como decir “yo soy apolítico”... y ya sabemos quiénes son lxs apolíticos en la historia Argentina: lxs pro dictadura, lxs anti ley de matrimonio igualitario, lxs anti ley de identidad, los “pro vida” y anti ley de donación de órganos. La modificación de una convención lingüística sabemos que no se da en un tiempo humano sino histórico... y nosotrxs SEÑORES, estamos haciendo historia para estar más cerca de poder decir “Nunca Más”.

23.6.18

Estar siendo



No estoy llorando, no.
Tengo tierra en los ojos,
porque vengo del barrio.

Tierra en los ojos
como antes tenía en las muelas.
Antes cuando era en Trelew.

Me cambió la mirada
torva, como la realidad.
Ahora que soy en La Plata.

No estoy llorando, no.
No porque no pueda,
algún día el dolor termina.

Ahora que soy sin patria.
Ahora que soy sin nido.
Ahora que soy mi vida.

10.5.18




Soñé que me moría. Soñé que me mataban y que me moría mientras seguía soñando. Soy psicóloga y sé que muchos pensarán que tenemos mucha idea sobre esto de los sueños, pero lo cierto es que nunca había trascendido el punto de angustia previo a la muerte en el sueño sin despertarme… no hasta este día en cuestión.

El sueño es breve: Yo estaba en una cabina telefónica, de esas de antes que estaban en la vereda todas vidriadas. Alguien me apuntaba con un arma y me obligaba a salir. Yo sentía mucho miedo. No ofrecí resistencia alguna: me estaban apuntando a la cabeza con un arma grande (una 9 mm), me obligaban a mirar hacia abajo y a recostarme en el piso… ¿qué otra cosa podía hacer? Sabía que eso podía ser el final (estaba muy convencida de que eso sería todo). Sin embargo entendía que mantener cierta sumisión, obedecer por completo, dejar mi cara contra el piso, si no me salvaba, al menos prolongaría un poco más mi vida. En cambio algo me perturbaba: no había visto la cara de quien me tenía encañonada. Era una inquietud insoportable, no podía contener la necesidad de mirarlo. Yo sabía que si levantaba la vista ese era mi final, sin embargo mientras mis pensamientos corrían a la velocidad de un rayo analizando todo esto, los músculos de mi cuello y cabeza se activaban y recorrían el trayecto que separaba mi cara en el piso del ángulo límite de articulación. Finalmente alcé la vista y clave los ojos primero en el cañón del arma que rápidamente se corrió hasta mi frente y luego supe que mis ojos dieron con una cara. No sé si alcancé a hacer foco, y si lo hice no lo recuerdo, porque las amenazas que se vociferaban informes en segundo plano fueron tapadas por el sonido del disparo. Sé que llegué a pensar “listo”. Sé que al zumbido inicial le siguieron unos cuantos segundos de silencio donde claramente podía oír mi sangre. Podía oír claramente cómo mi corazón bombeaba furioso mi sangre hacia la cabeza. También alcancé a pensar “pero qué onda, cómo es que todavía no estoy muerta”. Y después, inmediatamente después, todo se apagó.

Me desperté luego de haber muerto y no había angustia, sino más bien una gran intriga y confusión: “¿eso es morirse? –pensé yo-, ¿dónde está la peli de mi vida al mejor estilo flash back? ¿Dónde está el terror de perderlo todo? ¿Por qué no me meé encima, no pedí compasión, no lloré por los hijos que podría haberme inventado? ¿Por qué sentí esa necesidad irrefrenable de mirar la cara de mi verdugo, a sabiendas (previo calculo en tiempo real) de que quizás mi cerebro no fuera lo suficientemente rápido para procesar esa imagen antes de que la bala licuara mis neuronas? ¿Por qué no pensé en mí, en mis circunstancias?
Un par de días después llegaba a la conclusión de que esta vez no me tocará estar sentada mirando la tele y llorando si vuelve a saltar todo por los aires como en el 2001. Y volví a pensar en este sueño que me quitó el sueño de manera tan diferente a otros. ¿Qué se gana cuando la necesidad de saber supera tan radicalmente a la angustia que provoca la existencia y que nos sujeta tan tozuda a la conjugación de ser? ¿Se gana algo? ¿De eso se trata acaso, de ganar? ¿Qué historia podemos narrar de las derrotas? ¿Son derrotas acaso? Si no pude afirmar en aquellos instantes si mis nervios ópticos lograron enfocar o simplemente olvidé aquello visto. ¿Acaso no me canso de repetirles a mis pacientes sobre la función económica del recuerdo? ¿Acaso no defiendo, en actitud casi mística, que el tiempo es otra cosa… que hay tiempo para todo al fin y al cabo?

Tantas preguntas para obtener sólo una respuesta: el sonido de mi torrente sanguíneo bombeando hasta el final.