22.5.11

this also will pass*

*Love Will Win - Piero Pierni


meter las manos en los bolsillos
para poder apretar algo:
papelitos, boletos

para poder

sentir algo sin miedo
porque los hombres no lloramos
nos saludamos

marcialmente

nos enojamos y nos decimos
palabras secas y corteses

yo puedo, tu puedes
meter las manos en los bolsillos
para esconderlas después

de haber tocado

13.5.11

Errar es humana*

Por Dulce Ma. Pallero

¿Para qué están hechas las reglas (gramaticales)?
Para romperlas.


¿Vale la pena suplantar letras? ¿Se puede leer en voz alta alguna de las sustituciones fonemáticas que andan dando vueltas? La verdad, me importa muy poco. Los errores no son gramaticales, son errores de integridad que cometen los sujetos. Es de un idealismo ingenuo creer que las palabras matan, las palabras no matan. Las palabras no están antes de los actos; las palabras se recortan de los sucesivos hechos históricos, hitos, para ser más específica. Pero tampoco seamos tan ilusos de creer que las palabras no moldean cuerpos en acción.
Es imposible para mí, mujer, escribir sin errores de integridad. Esta declaración no es nueva, hace rato la hice. Pero es interesante traerlo a cuento porque: el problema no es del lenguaje. El idioma castellano y específicamente su monstruoso hijo: el argentino, no son machistas. No jodamos, no con eso: si vamos a hablar de cosas de género jodamos después. Las mujeres y los hombres somos los machistas.
La lengua tiene un uso, que es multívoco, equívoco, hasta en el nivel de análisis en el que esto se supone “está todo bajo control”: la semántica. Ya lo decía de Saussure hace un siglo… Que es un despelote: las cosas que uno habla se van corriendo de lugar: los significantes corren significados, o viceversa… Que alguien se atreva a decir "goma"; en algún que otro contexto semántico que yo me sé; a ver qué cara ponen los demás. Y eso que elegí uno de los significantes más ingenuos que se me cruzaron por la mente.
Pero hablemos mejor de la pragmática. La pragmática, necesariamente es un terreno político. Y en la política una cosa es lo programático y otra lo propagandístico. Sustituir letras por otras, no es más que eso: propaganda. Lo programático acá es que vaya a romperte la cabeza (simbólicamente o de hecho) si querés apresar-me en construcciones de género reduccionistas, y que responden a la lógica de lo Uno. No quiero dejar de escribir con errores de integridad: porque la integridad es lo que hace que yo, mujer, me vuelva invisible. ¡La buena forma un carajo!
Así, que a riesgo de hincharte las pelotas, repito. Es imposible escribir sin errores de integridad, y menos si se es mujer. Estoy podrida de leer gente enojada por las arrobas y las equis donde debería haber oes. Criticando sobre supuestas imposiciones por motivos “políticamente correctos”, peyorizando sin querer o queriendo. La lengua la hablan las personas, y las personas son históricas: están atravesadas por el lenguaje y las prácticas que lo producen y reproducen; y son sociales: ocupan un lugar en el sistema de producción y reproducción del capital; y son culturales: usan lo simbólico que se desprende de sus prácticas para reforzarlas o hacerlas mierda y correrse… correrse… correrse. Lo subversivo del lenguaje está en que se lo puede hacer pelota; pero sin ser ingenuos, porque: a) la modificación de una convención no se da en un tiempo humano sino histórico; b) sostener una convención basados en la supuesta arbitrariedad del lenguaje es como decir “yo soy a-políco”.
Las jergas están para algo, tienen una función… y en cada una de ellas existen “abominaciones lingüísticas”, que cumplen la función de lo monstruoso: mostrarse grandiosamente, para denunciar algo. Desde neologismos, corrimientos significantes propios del habla, hasta sustituciones parciales o abusos de ciertos elementos afijos del léxico… Quién puede fundamentar que una jerga es algo inútil, una quimera, que no comporta una construcción de significado histórica, que no hace marca en las subjetividades. Que no construye lazo social, formas de producción y reproducción (para bien o para mal). Quién puede afirmar que está mal que las mujeres hagan y deshagan a su antojo las palabras. Culpen entonces también al Sr. Pessoa (el primero que me vino a la cabeza, y ciertamente no el único) de inventarle palabras al portugués. A los expresionistas, porque se cagaron en el realismo. Despotriquen contra todo aquel que no aprendiera la ortografía correctamente o la adapte a los nuevos soportes escritos (chat, sms, muro de facebook, twitter, etcétera).
El purismo me embola, el formalismo, me embola… la lengua está para usarla, señores. La lengua es una cuestión de género. Y muchos problemas se solucionarían si pudiéramos bancarnos que la lengua además de un código abstractactamente pautado que se aprende en el proceso de institucionalización del humano, también es un órgano que está vivo y es húmedo y tiene olores varios. Que si nos animamos a usarla nos sirve para joder muy bien.
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*Titulo inspirado en “lanación.com | Blogs, Errar es humano… o de cómo no olvidarse del difícil arte de hablar con propiedad”, respecto de la nota “Hola a todxs”; del 08/02/11

11.5.11

Mirar los libros desde abajo


Tomar aire, con la convicción de quien advierte la importancia de saber vivir con lo desconocido. Sostener el aliento con el pecho lleno y la cara satisfecha. Emprender la carrera. Enumerar los hitos de la propia vida; desde aquí, hacia allí: la biblioteca de vidrio.

O rehacer todo. Después de recordado, solo para confesarse secretamente, que sería mejor hacer lo mismo. En circular caminar, observando atentamente las pilas de libros. Dispuestos como columnas vertebrales. Toda la vida hasta allí: Casanova 48.

Recostarse debajo de la torre invisible que se apoya sobre lo que la habita. Y mirar, los libros desde abajo, diciéndose: “...cuando seas grande”.