13.6.12

Carta abierta a la comunidad

Me cuesta comenzar desde algún lugar a contar esta historia, que es parte de mi realidad, pero es la de tantas otras personas que, como yo, formamos parte del sistema de salud nacional, y puntualmente del provincial.

No sé cómo hacer para que no parezca que en realidad solo me estoy quejando porque desde que trabajo como Acompañante Terapéutica, tengo que pagar impuestos a AFIP y facturar, para que ARBA me cobre por cosas que, mi empleador IOMA, no me paga.

Y no me paga en tiempo y forma nunca. Porque primero la burocracia institucional se traga todos los trámites de solicitud de acompañamiento de muchos, muchísimos beneficiarios de la obra social en cuestión… que necesitan tratamiento AHORA, no dentro de tres meses; que es cuando se recibe una respuesta por aprobación del tratamiento, en el mejor de los casos. Porque si el tramite es rechazado, hay que presentar una carta de reconsideración, donde se vuelve a fundamentar por qué esa persona tiene, en definitiva, derecho al mejor tratamiento posible; y al que se le adjuntan (para que no sea exactamente lo mismo) más notas de profesionales, historias clínicas más abultadas y todo artilugio que a uno se le pueda ocurrir… y de vuelta a empezar. Una vez sorteadas las filas de la aprobación del tratamiento corre el reloj desde cero nuevamente, un promedio de cuatro a seis meses (con suerte) para adelante: que es el tiempo en que IOMA depositará el cheque en nuestra cuenta del Banco Provincia (caja de ahorro que la prestadora social nos obliga a abrir si queremos ver un peso, y por la que tenemos que pagar mantenimiento, porque no es cuenta sueldo).

Quisiera aclarar que, a pesar de esto, los Acompañantes Terapéuticos seguimos trabajando, muchas veces sin saber siquiera si IOMA aprobará y pagará nuestro trabajo. Actuamos todos de buena fe, haciendo contratos de palabra con familiares y/o pacientes, alentados por los equipos profesionales que nos convocan (que también trabajan por IOMA y tampoco ven un peso). Y trabajamos todos los días poniendo el cuerpo, muchas veces en situaciones de más está decir complicadas; operando en la emergencia del día a día, con pacientes que nos necesitan muchísimo, y que gracias a nuestro trabajo con ellos, su calidad de vida mejora de maneras cuantitativas y cualitativas evidentes. Cumpliendo horarios, presentando informes a escuelas y otras instituciones, tratando de recordar que trabajamos con personas. Que la calidad de vida humana no se negocia, que nuestro trabajo es valioso y somos agentes de salud que sumamos a equipos terapéuticos. A pesar de estar sub empleados, explotados y tratados como si fuéramos menos que nada.

Y pagamos los impuestos igual, sin ver un solo peso, todos los meses… hasta el día de hoy el mínimo de la categoría de monotributista es de $219, a partir del mes que viene quién sabe, ¿no? porque los aumentos a los impuestos serán nuevamente para los pobres: nosotros. Y si tenemos la desgracia de que el acompañamiento se aprobó tenemos que facturar y pagar el proporcional de ARBA, todos los meses; para presentar más papeles a IOMA (planillas de actividad mensual y fotocopias de pago de impuestos, más las facturas), repito: sin ver un solo peso por meses.

Pero IOMA es generoso, hace solo unos días comunicó (en medio del malestar descripto) que ¡nos aumenta el sueldo! Ahora en lugar de $25 la hora, serán $30… y yo me pregunto, ¿aumentan? ¿qué aumentan? Si no cobramos, si cuando cobremos, lo que no nos coma ARBA lo habrá hecho la inflación. Parece una broma macabra la que nos juegan: es como si nos dijeran “Uds. bellas personas que trabajan gratis por meses, y mientras tanto viven del aire. ¡Como los queremos! Mano de obra calificada rehén. Rehén de la miseria, el desempleo, el sub empleo. Mano de obra mayormente joven que además intenta continuar y terminar algún día estudios universitarios. Qué suerte que los tenemos a mano, para seguir abusándonos de nuestros beneficiarios y tirando de la cuerda más y más… ¡Aquí tienen su premio! $5 pesos más a sus bolsillos… para dentro de seis meses”.

No es solo mi malestar. No lo es. IOMA es la prestadora social de la Provincia de Buenos Aires, no se olvida nunca de descontar a sus beneficiarios lo que corresponde a su cobertura; pero siniestramente se olvida de pagarles a los prestadores. No solo a los Acompañantes. Lo trágico aquí es que de esto nadie habla. Los encargados de la salud estamos todos enfermos del estómago por muchos meses, porque la luz, el gas, los impuestos, en muchos casos nuestra propia cobertura social, el teléfono, el alquiler, la comida, la ropa, los libros que compramos para seguir formándonos en nuestras profesiones, el transporte público o la nafta, las cosas que utilizamos para vivir todos los días de nuestra vida, tienen que ser pagadas igual.

La salud no es una mercancía, lo digo sabiendo que este mundo en el que vivimos es uno donde hasta los trabajadores terminamos siéndolo; lo digo y lo repito LA SALUD NO SE NEGOCIA. La salud es un derecho de todos los que habitamos este país al menos. Lo digo recordando la cara de todos y cada uno de los acompañados con los que me tocó trabajar en esta profesión; y recordando también a todas las personas con las que me tocó trabajar en mi otra profesión no remunerada de Operadora Psicocomunitaria. La salud no se compra ni se vende, y los trabajadores de la salud tenemos derecho a vivir de lo que trabajamos. Acá no estamos pidiendo por favor, estamos hablando de algo que nos corresponde.

IOMA tiene responsabilidades que no cumple, estoy hablando de indolencia y de delitos graves. Estoy mostrando en pocas palabras, una maquinaria más que aceitada de enfermar, de explotar, de quitar dignidad a muchas personas. Estoy cansada de escuchar discursos vaciados. Enunciados políticamente correctos, y no mucho más que eso. Estoy hablando de la calidad de vida de miles de niños y niñas, de adolescentes, adultos y ancianos de nuestra provincia y nuestro país. Lo hago con un nudo en la garganta, porque este lugar que me toca de Acompañante Terapéutica es uno de los más vulnerados en la cadena de la salud pública. Nosotros no estamos reconocidos desde ningún ámbito formal: no tenemos colegio, no existe ningún gremio que nos represente, somos menos que un auxiliar en salud (ellos están contemplados como figura dentro de los convenios de trabajo al menos).

No quiero que esta carta termine en un mero lloriqueo desesperado. No lo voy a hacer porque estaría traicionando todas mis convicciones políticas. Solo quisiera que el que tenga oportunidad de leer esto entienda cómo realmente son las cosas.

La Plata, 13 de junio de 2012.-

Dulce María Pallero

Operadora Psicocomunitaria.

Acompañante Terapéutica.

Estudiante de la Licenciatura y el Profesorado en Psicología de la UNLP.

dulcemariapallero@gmail.com