14.9.13

Maldigo, Liliana


Hay un límite muy claro para el dolor. No es único, cada cual tiene el suyo; perfectamente claro y absoluto.

Se puede cantar como llorando, pero no se puede llorar mientras se canta. El llanto anula al canto, ese límite real quien haya intentado pasarlo, sabrá de lo que hablo: es imposible. Este, para mí, es un disco incantable.

Liliana Herrero eligió interpretar un repertorio muy orgánico. En todo sentido del término. No hay un solo tema de más y no solo eso, sino que está balanceado: en el momento justo en que todo te arrastra hacia el abismo, aparece un espacio donde el corazón puede descansar sin zozobrar. Pero los remansos no mienten con promesas de “final feliz”, ni una sola vez.

Este disco es como esas experiencias oníricas copiosas, abultadas… que si alguna certeza deja desde el comienzo, es que no terminaran cuando uno despierte; confirmando una de las verdades más temidas quizás: que el sueño es parte de la realidad.

Es orgánico entonces por ser programático, estética y políticamente: letra y música son una posición clara y firme; una respuesta a la realidad argentina, profundamente herida de amores, niñeces mutiladas, hambre y falta de reconocimiento de dignidades. Es furiosa la propuesta, pero sabe recopilar la verdad histórica, esa que no necesita indignación ni fucks you para ser mejor escuchada.

También es orgánico porque sale de las mismas entrañas, el fondo básico que solo encuentro (reencuentro) en muy pocos artistas. Y mientras lo escucho por segunda vez, desde el CD en esta oportunidad, solo puedo pensar en Clarice Lispector y “La pasión según G.H.”, en Adriana Varejão con su “Historia desde los márgenes”… o en Pessoa, aunque la racionalidad masculinizante le ate el estilo.

Ese límite donde la voz se rompe y no puede ser más canto, y la palabra ya nada narra, o el sonido deja a la música para ser “cosa” simple, pero nunca “pura”. En ese límite exacto se para Liliana y arma, junto a sus músicos, esta casa de espejos, donde quien se atreva latinoamericano podrá mirarse.

Hay algo de aterrorizante en todo este disco. Y estoy evitando usar adjetivos que rodeen esta idea por no resultar del todo amables en general. Pero lo cierto es que pesadilla es una buena palabra para ilustrar lo que siento, y me gustaría que, al menos por esta vez, dejara de tener su carga negativa habitual. Porque en definitiva: lo monstruoso/ solo es aquello que/ se muestra grandiosamente.

Dulce Ma. Pallero
La Plata, 14 de septiembre de 2013.

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