Foto: Nora Lezano
Hay un límite muy claro para el
dolor. No es único, cada cual tiene el suyo; perfectamente claro y absoluto.
Se puede cantar como llorando,
pero no se puede llorar mientras se canta. El llanto anula al canto, ese límite
real quien haya intentado pasarlo, sabrá de lo que hablo: es imposible. Este,
para mí, es un disco incantable.
Liliana Herrero eligió interpretar
un repertorio muy orgánico. En todo sentido del término. No hay un solo tema de
más y no solo eso, sino que está balanceado: en el momento justo en que todo te
arrastra hacia el abismo, aparece un espacio donde el corazón puede descansar
sin zozobrar. Pero los remansos no mienten con promesas de “final feliz”, ni
una sola vez.
Este disco es como esas
experiencias oníricas copiosas, abultadas… que si alguna certeza deja desde el
comienzo, es que no terminaran cuando uno despierte; confirmando una de las
verdades más temidas quizás: que el sueño es parte de la realidad.
Es orgánico entonces por ser programático,
estética y políticamente: letra y música son una posición clara y firme; una
respuesta a la realidad argentina, profundamente herida de amores, niñeces
mutiladas, hambre y falta de reconocimiento de dignidades. Es furiosa la
propuesta, pero sabe recopilar la verdad histórica, esa que no necesita
indignación ni fucks you para ser
mejor escuchada.
También es orgánico porque sale
de las mismas entrañas, el fondo básico que solo encuentro (reencuentro) en muy
pocos artistas. Y mientras lo escucho por segunda vez, desde el CD en esta
oportunidad, solo puedo pensar en Clarice Lispector y “La pasión según G.H.”, en
Adriana Varejão
con su “Historia desde los márgenes”… o en Pessoa, aunque la racionalidad masculinizante
le ate el estilo.
Ese límite donde la voz se rompe
y no puede ser más canto, y la palabra ya nada narra, o el sonido deja
a la música para ser “cosa” simple, pero nunca “pura”. En ese límite exacto se
para Liliana y arma, junto a sus músicos, esta casa de espejos, donde quien se
atreva latinoamericano podrá mirarse.
Hay algo de aterrorizante en todo
este disco. Y estoy evitando usar adjetivos que rodeen esta idea por no
resultar del todo amables en general. Pero lo cierto es que pesadilla es una
buena palabra para ilustrar lo que siento, y me gustaría que, al menos por esta
vez, dejara de tener su carga negativa habitual. Porque en definitiva: lo monstruoso/
solo es aquello que/ se muestra grandiosamente.
Dulce
Ma. Pallero
La Plata,
14 de septiembre de 2013.
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