Muchas de nosotras fuimos paridas
en una época en la que no se nos hablaba de qué representaba hacer historia en
vivo y en directo. No porque no ocurriera, sino porque el discurso del terror y
la represión desató los nudos de la organización, de la lucha y de la
resistencia que en nuestro continente fue marca registrada desde que la
historia se llama historia y desde antes de eso también. Éramos miles ayer en
las calles. Y no solo en las inmediaciones de Congreso en CABA. Hubo vigilias a
lo largo y a lo ancho de todo el país. Y el Pañuelazo Mundial será un hecho que
quedará en la historia de los feminismos, así como nuestro ya internacional Ni Una
Menos. No hay forma de tapar esta marea feminista que ya cobra escala de tsunami
mundial. No habrá cuadros cerrados que disimulen lo cortos o lo largos que se
quedan en sus pobres construcciones de relato. Lo bueno del siglo XXI es que
los registros fotográficos y fílmicos nos develan rápidamente las operaciones mediáticas
que se estudian en los manuales de comunicación del siglo XX.
Y junto con "la máquina de fabricar discursos" el siglo XX también nos legó los
feminismos que nos enseñan a bordar y a tejer como nos cantan desde el jardín de
infantes… aunque para salir a luchar en las calles. Heredamos – pero no por don
divino sino con luchas mediante-, los feminismos que nos enseñan a sostener
entre los hilos las memorias y las políticas de miles de mujeres que están luchando
ahora en nosotras por los mismos derechos que siempre nos negaron. Y por suerte
ahora estamos juntas con nuestras abuelas, madres, hermanas, hijas... Estamos
juntas y hermanadas, estamos juntas porque seguimos buscando juntarnos, porque
sabemos que juntas somos imposibles de gobernar por nadie que no seamos
nosotras mismas: ni patrón, ni estado patriarcal clerical. Y ya no solo las
mujeres nos juntamos: también estamos queriendo estar juntas con las tortas y
las travas y las trans… entendimos que el nosotras tiene que ser cada vez más
amplio. Porque ahora nuestras referencias más lúcidas son voces travas, que
saben muy bien de la intemperie, y enseñan el valor revolucionario de ser
felices y de la fiesta furiosa que es el arma de resistencia y lucha más
poderosa. Porque los trans-feminismos hacen estragos y en este nuevo siglo lo
vamos a poder ver por internet en vivo y en directo: justo como anoche, y cada
vez más seguido porque el patriarcado se va a caer. Lo vamos a tirar todes
juntes.
Y si hay algo que no puede
pararse ya, es esta marea verde que desbordó el vetusto Senado de la Nación
todo el día de ayer desde las 9 de la mañana hasta pasadas las 3 del día de hoy.
Porque mientras los hijos del Opus Dei llenaron de vallas para no escuchar el
rugido del tsunami, nosotras en las calles cantamos, bailamos, reconocimos a
las luchadoras de las provincias del interior. Recordamos a las compañeras que
ya no están. Gritamos por el aborto legal en un Pañuelazo sincronizado para y
por todo el país. El ocho de agosto ahora tiene un nuevo sentido. Y eso, es
algo que un puñado de personas que representan lo más regresivo del estado, que
abogan por un estado clerical y no por uno laico, no pueden ni podrán revertir.
Los que perdieron son ellxs, porque a la vista está que no representan a casi
nadie. Porque es el fin de su legitimidad política. Y eso, como ese tsunami, no
tiene marcha atrás.
Ya se habla mucho de todo lo que
ganamos: las calles (que ya eran nuestras); la despenalización social (gracias
a estos meses de lucha y la acumulación de los años anteriores). Ganamos visibilidad
y legitimidad: muchxs senadorxs tuvieron que votar a favor porque éramos miles
en las calles y seremos muchas más, eso es seguro. Senadorxs que aun cuando
estuvieron años en el poder – desde esas mismas bancas o en otros lugares-, no
movieron un solo dedo para que el aborto fuera ley: hoy a la madrugada tuvieron
que representarnos en el recinto. Lxs ganamos, que no es lo mismo que
convencerlos para mí… hay gente a la que no le voy a creer hasta el día que me
muera. Porque ganarlxs dadas las condiciones históricas, es mejor que
convencerlos porque esto es la democracia: una forma perimida de la libertad,
pero es lo mejor que tenemos. Por eso me conformo con ganarlxs desde y para la
calle porque eso es lo que marca que estamos haciendo las cosas bien, que los
feminismos realmente son una propuesta política revolucionaria.
A pesar del dolor de saber que
ayer no fue, hay algo que no me deja llorar: es la convicción de que hoy y
mañana hay futuro. Entre tanta devastación y miserias políticas ajenas. Es la
primera vez en la historia que sabemos que un futuro es posible, porque está
ocurriendo. Porque mientras los que defienden el sentido común clerical se pliegan
en sus casas nosotras seguimos tejiendo y bordando, seguimos llenando las
calles, las escuelas y los hospitales. Seguimos organizándonos para inundar
hasta corroer los cimientos del patriarcado. Justo como lo venimos haciendo. Hay algo que no puede detenerse y es este
desborde de libertad, de política organizada, es esta realidad de que ya no nos
callamos más, de que las calles son nuestras y el siglo entero nos pertenece. Porque
la segunda mitad del siglo XX fue el momento de las mujeres en la historia;
pero que este nuevo siglo es el momento de la historia de las mujeres. La
revolución será feminista… y lo será.
Fotos: M.A.F.I.A
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