9.8.18

Abortando con furia alegre al patriarcado


Muchas de nosotras fuimos paridas en una época en la que no se nos hablaba de qué representaba hacer historia en vivo y en directo. No porque no ocurriera, sino porque el discurso del terror y la represión desató los nudos de la organización, de la lucha y de la resistencia que en nuestro continente fue marca registrada desde que la historia se llama historia y desde antes de eso también. Éramos miles ayer en las calles. Y no solo en las inmediaciones de Congreso en CABA. Hubo vigilias a lo largo y a lo ancho de todo el país. Y el Pañuelazo Mundial será un hecho que quedará en la historia de los feminismos, así como nuestro ya internacional Ni Una Menos. No hay forma de tapar esta marea feminista que ya cobra escala de tsunami mundial. No habrá cuadros cerrados que disimulen lo cortos o lo largos que se quedan en sus pobres construcciones de relato. Lo bueno del siglo XXI es que los registros fotográficos y fílmicos nos develan rápidamente las operaciones mediáticas que se estudian en los manuales de comunicación del siglo XX.

Y junto con "la máquina de fabricar discursos" el siglo XX también nos legó los feminismos que nos enseñan a bordar y a tejer como nos cantan desde el jardín de infantes… aunque para salir a luchar en las calles. Heredamos – pero no por don divino sino con luchas mediante-, los feminismos que nos enseñan a sostener entre los hilos las memorias y las políticas de miles de mujeres que están luchando ahora en nosotras por los mismos derechos que siempre nos negaron. Y por suerte ahora estamos juntas con nuestras abuelas, madres, hermanas, hijas... Estamos juntas y hermanadas, estamos juntas porque seguimos buscando juntarnos, porque sabemos que juntas somos imposibles de gobernar por nadie que no seamos nosotras mismas: ni patrón, ni estado patriarcal clerical. Y ya no solo las mujeres nos juntamos: también estamos queriendo estar juntas con las tortas y las travas y las trans… entendimos que el nosotras tiene que ser cada vez más amplio. Porque ahora nuestras referencias más lúcidas son voces travas, que saben muy bien de la intemperie, y enseñan el valor revolucionario de ser felices y de la fiesta furiosa que es el arma de resistencia y lucha más poderosa. Porque los trans-feminismos hacen estragos y en este nuevo siglo lo vamos a poder ver por internet en vivo y en directo: justo como anoche, y cada vez más seguido porque el patriarcado se va a caer. Lo vamos a tirar todes juntes.

Y si hay algo que no puede pararse ya, es esta marea verde que desbordó el vetusto Senado de la Nación todo el día de ayer desde las 9 de la mañana hasta pasadas las 3 del día de hoy. Porque mientras los hijos del Opus Dei llenaron de vallas para no escuchar el rugido del tsunami, nosotras en las calles cantamos, bailamos, reconocimos a las luchadoras de las provincias del interior. Recordamos a las compañeras que ya no están. Gritamos por el aborto legal en un Pañuelazo sincronizado para y por todo el país. El ocho de agosto ahora tiene un nuevo sentido. Y eso, es algo que un puñado de personas que representan lo más regresivo del estado, que abogan por un estado clerical y no por uno laico, no pueden ni podrán revertir. Los que perdieron son ellxs, porque a la vista está que no representan a casi nadie. Porque es el fin de su legitimidad política. Y eso, como ese tsunami, no tiene marcha atrás.




Ya se habla mucho de todo lo que ganamos: las calles (que ya eran nuestras); la despenalización social (gracias a estos meses de lucha y la acumulación de los años anteriores). Ganamos visibilidad y legitimidad: muchxs senadorxs tuvieron que votar a favor porque éramos miles en las calles y seremos muchas más, eso es seguro. Senadorxs que aun cuando estuvieron años en el poder – desde esas mismas bancas o en otros lugares-, no movieron un solo dedo para que el aborto fuera ley: hoy a la madrugada tuvieron que representarnos en el recinto. Lxs ganamos, que no es lo mismo que convencerlos para mí… hay gente a la que no le voy a creer hasta el día que me muera. Porque ganarlxs dadas las condiciones históricas, es mejor que convencerlos porque esto es la democracia: una forma perimida de la libertad, pero es lo mejor que tenemos. Por eso me conformo con ganarlxs desde y para la calle porque eso es lo que marca que estamos haciendo las cosas bien, que los feminismos realmente son una propuesta política revolucionaria.

A pesar del dolor de saber que ayer no fue, hay algo que no me deja llorar: es la convicción de que hoy y mañana hay futuro. Entre tanta devastación y miserias políticas ajenas. Es la primera vez en la historia que sabemos que un futuro es posible, porque está ocurriendo. Porque mientras los que defienden el sentido común clerical se pliegan en sus casas nosotras seguimos tejiendo y bordando, seguimos llenando las calles, las escuelas y los hospitales. Seguimos organizándonos para inundar hasta corroer los cimientos del patriarcado. Justo como lo venimos haciendo.  Hay algo que no puede detenerse y es este desborde de libertad, de política organizada, es esta realidad de que ya no nos callamos más, de que las calles son nuestras y el siglo entero nos pertenece. Porque la segunda mitad del siglo XX fue el momento de las mujeres en la historia; pero que este nuevo siglo es el momento de la historia de las mujeres. La revolución será feminista… y lo será.


Fotos: M.A.F.I.A

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