¿Romantización
de los valores conservadores (la estética/ ética de las trad-wives) y la iconoclastia
católica apostólica romana? ¿Culto a las formas extraídas del sentido o qué? Yo no sé si es que se confunde todo o ya
nadie quiere hablar de arte.
Aclaro una cosa: yo no sé de Estética; a mí solo me gusta pensar sobre las cosas que me gustan, y una de esas cosas son las expresiones artísticas, sobre todo la música. Voy a hablar desde mi caprichosísimo marco epistemológico: mi experiencia como melómana, cantante, escritora y aficionada a la iconoclastia en general, sobre todo la religiosa. Dos cosas más y basta de aclaraciones: una es el mambo personal de la artista; otra es su producción artística. Si la Rosi está en medio de un rapto místico-religioso y en crisis con el patriarcado y cómo la ha atravesado en el amor —Dios-mío, esta chica salió con los peores “caras de verga” de la escena— o no, a mí no me interesa.
Lo que sí me interesa
remarcar es que Rosalía fue la primera en restituir el lugar del disco como una
unidad conceptual en el siglo XXI… algo que yo creía que era una batalla
perdida. Y esto lo digo no desde el rigor cronológico —si fue efectivamente la
primera o no—, sino desde el lugar del impacto cultural que tuvo “El mal querer”
de uno u otro lado del Atlántico. Recapitulando, la flaca tomó una de las obras
fundadoras del amor romántico occidental: el “Román de Flamenca”, y lo puso a
dialogar con el flamenco (de dónde venía ella), el trap (espacio musical que
quería también poder habitar), la cultura vincular actual y el lugar de las
mujeres en ella. Rosi no se caracteriza por ser una persona políticamente de izquierdas,
ni siquiera critica de alguna cosa; pero esto no significa que a lo largo de su
obra de cuatro discazos —sé que LUX no decepcionará— no haya una poética afiladísima
que se fue poniendo más y más consistente con los años. Ella se pregunta por el
amor y sus condiciones de existencia, corta.
La poética de Rosalía
me parece evidente desde el minuto cero
de su carrera. Primero, porque ella siempre trabajó en obra. Segundo porque su
deriva es clarísima: ¿escucharon “Los Ángeles”; prestaron atención qué canciones
son esas? Cuando salió “El mal querer” fue una sorpresa absoluta, no había
manera de imaginarlo, pero tenía sentido como profundización de lo que estaba
trabajando... y por supuesto que el sentido siempre es a posteriori. Estamos
hablando de una música que siempre fue criticada porque era una “extrajera”
haciendo flamenco, y su segundo disco fue una patada artística en la cara por
toda respuesta. Después vino “Motomami”, ¿tengo que seguir diciendo obviedades
en relación a que nos terminó de aclarar que no solo haría lo que se le cantara
con el flamenco, sino que seguiría el mismo procedimiento con el lenguaje del
trap? El disco arranca con “Saoko”, y no deja lugar a dudas. Ahora, y después
de todo esto, de verdad… ¿ustedes no ven/ anticipan que LUX es una vuelta de tuerca
al “manifiesto a la irreverencia” que fue el disco anterior? Además de que, el
corte de difusión lleva el nombre del club de música techno más emblemático de Berlín
y probablemente del mundo. No se puede ser más clara.
—¿Por qué “lo más
bajo y carnal” nos aparece tan alienado de “lo sublime”? parece que nos
pregunta Rosalía con las materialidades musicales y visuales que elige para “Berghain”.
El tema es que parece que ya nadie se acuerda que desde que se inventaron estas
categorías con sus bases actuales (Edad Media, filosofía católica apostólica
romana) venían mezcladas, y por ello tanta industria cultural en separarlas como
condición para la instalación del capitalismo y la modernidad. ¿Ahora entienden
cómo y por qué el simbolismo católico y todo su “lore”, como le dicen ahora, SIEMPRE
estuvo presente en la obra de la Rosalía? Que se sirva del simbolismo católico apostólico
romano para hablar del amor cortes, es totalmente natural para cualquier
occidental que se precie de tal. Hasta diría que es un lugar común, sorpresa sería
que explorara los aportes de la cultura del al-Andalus al imperio español y,
por ende, a todas sus colonias. Ojo que no es una crítica, no tengo nada contra
los lugares comunes, chiques… mi tema literario es “el amor” (hasta a mí me da
paja). No hay historias nuevas, solo hay maneras más o menos interesantes de
contar la misma historia.
¿Saben qué le preguntaría
a la Rosi si pudiera entrevistarla? Le preguntaría si ella opina que Hildegard
von Bringhen realmente creía que Dios hablaba a través de ella en plena pasión extática;
o era una filósofa muy conciente de que, si quería pensar, tenía que acceder al
conocimiento existente ordenándose como monja, y después construirse algún “caballo
de Troya” para introducir alguna novedad; cosa que no niega necesariamente que
esta mujer maravillosa fuera extremadamente devota de la Sagrada Trinidad. Eso le
preguntaría, o más bien le comentaría: en mi fantasía ella estaría regalándome una
de sus sonrisas demoníacas —y yo ya habría ganado para siempre— porque, haya
pensado o no antes en Hildegard, sentiría un profundo entusiasmo por tamaño
personaje.
También le
preguntaría si conoce a Anthony Roth Constanzo, contratenor gringo que en 2018
repuso el barroco muy creativamente, haciendo una curaduría deliciosa de
repertorio donde mezcla Georg Friedrich Händel y Philip Glass con imaginería
visual totalmente pop surrealista. Otro que pone a dialogar cosas que parece
que no tienen nada que ver una con la otra. ¿Por qué un maricón como él, que se
dedica al barroco en el Metropolitan Opera House, no puede hacer propio algo
tan yankee y contemporáneo como Glass? Porque si, es obvio que a ella le
interesaría hablar de esto. Porque hacer algo artístico, no es más que elegir
hablar sobre el mismo tema de maneras novedosas, ¿lo ven o yo estoy muy loca?
El punto es que
no es tan relevante qué aspectos de la vida del artista son aquellos que le
permiten crear obra. Lo único que debería importarnos es el producto sublimado
de esas experiencias: la obra. “Lo sublime” y “lo terrenal” son los ejes sobre
los que Rosalía construye sus edificios sonoros y visuales. Y para ello se
sirve de materiales de la cultura a la que está interrogando en relación al
amor, que es el occidente de la modernidad y posmodernidad. Ella es una
artista, porque conoce muy bien la materia prima con la que trabaja y no se
calienta en hacer “declaraciones de principios”, se caga en los estilos —ya lo
dijo ella en una canción—; y por supuesto que es lógico servirse de la ópera para
profundizar su deriva. Nada más a contramano del culto a las formas extraídas
de sentido que el procedimiento de producción de obra de la Rosalía. Te guste o
no te guste lo que hace, su demoledora consistencia está difícil de refutar.
Ahora, lo que yo quiero
seguir preguntándome: ¿estaremos asistiendo al modo en que la lógica del
copy-paste del mundo, desde que internet lo convirtió en lo que es, es hackeada
con su propio procedimiento? Creo que hoy tengo un exceso de optimismo, o solo
me estoy dejando llevar por la función poética del escrito. No me importa.
